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El exjefe de espionaje ruso, Nikolay Patrushev, hizo múltiples declaraciones falsas y engañosas en una entrevista a finales de julio con el diario oficial del Estado de Rusia Rossiyskaya Gazeta.
Patrushev comenzó repitiendo la justificación del Kremlin para la guerra en Ucrania, afirmando que el gobierno ucraniano es un «régimen neonazi» liderado por un presidente «ilegítimo».
Luego, erróneamente calificó el mar de Azov como «aguas internas de Rusia», asegurando que ni Ucrania ni ninguna otra nación pueden navegarlo sin el permiso de Moscú.
El mar de Azov es un cuerpo de agua interno que limita con Ucrania y Rusia. Está conectado con el mar Negro a través del estrecho de Kerch y regido por un acuerdo entre ambos países ratificado en 2003.
Sin embargo, Rusia reclamó la propiedad sobre el estrecho de Kerch y el mar de Azov después de anexar ilegalmente la península de Crimea y ocupar los territorios costeros de Ucrania.
Ningún organismo internacional reconoce las reclamaciones de Rusia sobre los territorios ocupados.
Estados Unidos y otras naciones condenan la agresión de Moscú y exigen que Rusia retire sus tropas de Ucrania.
Patrushev luego comentó sobre las elecciones presidenciales de EEUU, afirmando que Moscú no interfiere en la vida política de otros países:
“Las elecciones presidenciales en Estados Unidos son un asunto interno de Estados Unidos … Rusia no interfiere en la vida política interna de otros estados”.
Esto es falso.
La interferencia en los asuntos políticos internos de naciones extranjeras es una parte fundamental y profundamente arraigada de la política exterior de Rusia. Para proyectar influencia, Moscú habitualmente va más allá de la diplomacia, utilizando estrategias híbridas maliciosas y, en muchos casos, las guerras.
A continuación, algunos ejemplos ampliamente reportados y documentados de la injerencia rusa en asuntos de naciones extranjeras:
Georgia, donde Rusia mantiene un esfuerzo de décadas para alterar la trayectoria democrática de su gobierno pro-occidental mediante tácticas de guerra híbrida.
Moldavia, donde Moscú alimenta sentimientos anti-Chisinau y mantiene una agencia pro-rusa en Transnistria y Gagauzia.
Ucrania, donde la invasión rusa de 2022 siguió a una campaña híbrida de décadas para instalar el control del Kremlin. En este sentido, Rusia ha impulsado estrategias como propaganda para manipular la opinión pública, piratería informática y la anexión encubierta de Crimea en 2014.
Europa, donde Rusia ha estado financiando grupos y partidos de extrema derecha como parte de los esfuerzos para sabotear la confianza en el liderazgo público mediante campañas de desinformación, ataques físicos a infraestructuras y asesinatos.
África, donde Rusia ha estado utilizando diplomacia, finanzas ilícitas, desinformación y un ejército privado financiado por el Estado para cometer actos violentos y apropiarse de recursos naturales.
Estados Unidos, donde el Kremlin busca habitualmente desacreditar el estilo de vida americano y los valores democráticos. Las campañas de Rusia en EEUU incluyen ataques de piratería informática dirigidos a sabotear infraestructuras críticas, a menudo llevados a cabo por miembros en servicio activo de la inteligencia militar rusa. Además atacó las elecciones en 2016, 2020 y 2024 con propaganda y desinformación sobre temas socioeconómicos como parte de los esfuerzos para explotar la desunión social en temas controvertidos y sembrar desconfianza entre el electorado estadounidense.
En 2024, las tácticas de interferencia de Rusia se han vuelto más sofisticadas, incluyendo el uso de inteligencia artificial (IA) para operar cuentas falsas en redes sociales. Las agencias estatales rusas han participado en múltiples campañas que emplean IA para crear videos falsos creíbles, diseñados para desacreditar a los gobiernos que el Kremlin considera adversarios.
[Este artículo fue originalmente publicado por Polygraph y traducido por Mila Cruz].
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