Sentada sobre una nevera oxidada y fuera de servicio tumbada en la entrada de su casa, en el barrio Los Pescadores de Maracaibo, en el occidente de Venezuela, llora al revivir cuando identificó a Mervin en el video oficial de la deportación masiva de presuntos pandilleros que publicó el presidente salvadoreño, Nayib Bukele, el domingo.
«Me tiraba al suelo, decía que Dios no podía hacerle esto a mi hijo», recuerda.
En el video, añade, a Mervin se lo veía con la cabeza rapada, esposado y entre decenas de policías armados.
La noticia de que el hijo de Mercedes había sido detenido en Dallas, Texas, y trasladado a una megacárcel de El Salvador corrió rápido por los caminos arenosos de Los Pescadores, una comunidad empobrecida de viviendas de latones de zinc, ubicada a orillas del Lago de Maracaibo, a 700 kilómetros de la capital de Venezuela, Caracas.
Varios hombres de esa vecindad han migrado irregularmente en años recientes a EE.UU. para buscar empleos. Mervin trabajaba en una fábrica de tortillas en turnos que superaban las 12 horas, jugaba fútbol los domingos y compartía hogar en Texas con tres amigos, antiguos vecinos de la barriada.
Temiendo que hubiesen sido arrestados y deportados juntos, muchas madres, esposas, familiares y conocidos de los jóvenes revisaron minuciosamente los videos y fotografías oficiales de la masiva deportación en busca de detalles que les ayudaran a identificarlos entre aquel grupo de reos rapados y esposados.
Sucesivamente, confirmaron entre el domingo y el martes que cuatro antiguos residentes de Los Pescadores estaban recluidos en El Salvador: Mervin Yamarte, de 29 años; Edwar Herrera, de 23; Andy Javier Perozo, de 30, y Ringo Rincón, de 39.
En 2023, habían viajado varios días a través del Tapón del Darién, entre Colombia y Panamá, para llegar a México y luego cruzar irregularmente por «el río» hacia Texas, donde solicitaron protección migratoria, según sus seres queridos.
Mercedes niega que Mervin, de 29 años, sea miembro de la organización criminal Tren de Aragua, como argumentan autoridades estadounidenses y salvadoreñas.
«Eso no existe, él es bueno, un muchacho noble, hay un error», afirma, visiblemente agotada.
Documentos inentendibles
Yarelis Herrera, madre de Edwar, inclina su cabeza frente a su hogar en Los Pescadores. Enmudece, mientras se lleva ambos brazos detrás de su espalda, imitando la postura que tenía su hijo en uno de los videos desde dentro del Centro de Confinamiento del Terrorismo (Cecot) de El Salvador.
«Lo reconocí, está allá», cuenta y se le entrecorta la voz.
«Sentí que me estaban sacando el alma» cuando confirmó su identidad gracias a su contextura y sus «orejitas chiquiticas», ya sin cabello y con ropa blanca, como suelen vestir los miles de reos en la megacárcel inaugurada por el gobierno de Bukele en 2023.
Desde Estados Unidos, Edwar le escribía a diario para saber de sus rutinas y hablar con su hija. Le envió fotografías de los torneos de fútbol que ganó junto a Mervin en Texas, ambos posando sonrientes con sus trofeos y medallas.
Las familias de los cuatro muchachos emigrantes de Los Pescadores dicen haber confirmado sus arrestos el jueves 13 de marzo en Dallas por agentes de los Servicios de Inmigración y Control de Aduanas de EE.UU., (ICE, por sus siglas en inglés).
Mervin pudo llamar a uno de sus hermanos el viernes para avisarle que habían firmado un documento en inglés, que no entendieron. Sospechan que era una autorización de deportación, pero pensaban que viajarían hacia Venezuela.
Edwar, que trabajó como mototaxista en Maracaibo, quería hacer suficiente dinero en Estados Unidos para construir una cerca a la vivienda de su madre, comprarse una casa y una moto en su ciudad, y darle «una mejor vida» a su hija, asegura Javier Alejandro Payeda, con quien estudió desde su infancia.
«Es trabajador, honrado, sano», jura sobre su amigo.
Las autoridades no lo creen así. El presidente estadounidense, Donald Trump, aseguró el lunes que 231 de los 261 indocumentados deportados a El Salvador – entre ellos Andy, Mervin, Edwar y Ringo- eran «monstruos» del Tren de Aragua.
«Son inocentes», le contesta la mamá de Andy, ofuscada en medio de una carretera empolvada, a 3.000 kilómetros de Washington. «No tienen cuentas pendientes» con la justicia, ni en Venezuela ni en Estados Unidos, asevera.
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