El viernes, 14 de marzo, fue la última vez que Yajaira Fuenmayor, una zuliana 56 años, despidió con una bendición a su hijo menor, Alirio Guillermo Belloso. Con 30 años, Alirio había partido hacia Estados Unidos en octubre de 2023 para buscar un futuro mejor.
Pero ahora, su destino es otro: está recluido en el polémico Centro de Confinamiento del Terrorismo (Cecot) en El Salvador, acusado sin pruebas de pertenecer a una organización criminal. Desde entonces, hace casi un mes, su familia no sabe nada de él.
Alirio, como la mayoría de los migrantes en los últimos 10 años, se fue de Venezuela por la situación económica. Esta era la segunda vez que dejaba su tierra, la primera fue a Perú donde estuvo tres años, luego volvió a Maracaibo y comenzó a trabajar en un taller con su hermano rectificando tapas de motor, pero la crisis lo hizo marchar de nuevo.
Sus objetivos estaban claros, según cuenta su esposa Noemí Briseño: “Él se fue a trabajar para arreglar la casa y comprarse un carrito, después se venía. Nosotros vivíamos en una situación muy crítica, dormíamos en el piso, no teníamos nada. Él decidió irse, sobre todo por su hija, porque no podía comprarle los útiles ni los uniformes para ir al colegio, eso lo desesperó. Lo que ganaba era para medio comer”, recuerda la joven que quedó a cargo de la niña junto a su suegra.
Por cumplir un sueño
Luego de atravesar la Selva del Darién, Alirio llegó a suelo norteamericano específicamente al estado de Utah, en noviembre de 2023. “Esa fue mi primera angustia, los 15 días que estuve sin saber de él en la selva, además la pasó muy mal porque el sufre de erisipela”, comenta Yajaira recostada en el mesón de la cocina de la humilde vivienda.
Yajaira, Noemí y su hijastra Alicia de ocho años, comparten la casa que Alirio logró reparar a medias. El mecánico apenas pudo mandar dinero para frisar algunas paredes, ponerle puerta al fondo de la casa, cambiar las láminas de zinc del techo y echar una capa de cemento al piso. Todo mientras trabajaba en DoorDash, una empresa envío de alimentos en línea dentro de Estados Unidos (EE. UU.).
“Lo primero que hizo Alirio al llegar a Estados Unidos fue pagar los 1500 dólares que le prestó un primo para salir de Venezuela y luego comenzó a reparar la casa. También enviaba semanalmente 120 dólares para la alimentación de nosotras y lo que hiciera falta. No es que nos hemos dado una gran vida pero sí una más cómoda, desde que él se fue”, dijo su esposa.
En diciembre de 2024, Alirio compartió con su esposa la depresión y el cansancio que sentía de estar lejos de los suyos y planteó regresar, pero antes tenía que comprar su carro para poder defenderse económicamente al llegar.
“A cada rato le decíamos: Mijo, nosotras te extrañamos mucho, ya estuviste mucho tiempo afuera y él nos decía: Todavía me falta, tengo que comprar el carrito para tener en que moverme cuando llegue allá. No te voy a negar que insistimos cada vez más porque comenzamos a ver en las noticias que cuando llegara el gobierno de Trump esto se iba a complicar”, cuenta Noemí.
Comenzó la tragedia
Finalmente, Alirio le puso fecha a su regreso para febrero, pero lo que jamás pensaron era que unos días antes iba a ser detenido por el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de Estados Unidos (ICE por sus siglas en inglés).
“El 28 de enero de 2025 lo agarraron. Él estaba en una estación de servicio echándole gasolina al carro para comenzar a trabajar cuando lo detuvieron. A mí me entró una llamada de un número desconocido de allá (EE. UU.), era él, me dijo: Mi amor me agarró migración y no sé cuándo pueda volver a hablar con vos”, cuenta entre lágrimas su esposa.
Alirio trabajaba sin permiso, no tenía TPS. En Agosto de 2024 hizo los trámites para la solicitud de permiso de trabajo que tardaría unos seis meses más en llegar. En enero regresó a la corte, días antes de que lo detuviera ICE y canceló la solicitud porque regresaría a Venezuela.
Noemí cuenta que estuvieron dos días sin saber nada de él hasta que finalmente se comunicó para decirles que estaba encarcelado. “Ahí estuvo 15 días, luego lo pasaron para una cárcel en Washington, luego a otra en Texas y una semana después lo trasladaron a El Salvador”.
Mientras estuvo detenido por ICE, Alirio se comunicaba regularmente con su familia. La última vez fue el 14 de marzo.
“Me dijo que lo iban a deportar para Venezuela y que ya pronto íbamos a estar todos juntos y eso lo tenía muy contento. El vuelo se retrasó porque hubo problemas con el clima por un tornado, pero me dijo que apenas pasara el mal tiempo los mandaban para Venezuela”, relata Noemí.
El domingo por la noche, los hermanos de Alirio, su esposa y otros familiares estaban reunidos. Todos hablaban de lo que iban a hacer cuando Alirio llegara, de lo felices que estaban y de cuanto lo extrañaban, hasta que una concuñada los alertó: “Se llevaron a unos venezolanos para El Salvador, los están involucrando con el Tren de Aragua”, recuerda Noemí.
“Mi hijo no es un delincuente”
De inmediato, todos comenzaron a buscar por las redes sociales la noticia y, aunque en un primer momento confundieron a Alirio con otro de los detenidos, un rato después confirmaron que él también había sido trasladado al Cecot. “Entramos a una página de Facebook donde se veía claramente que era él, destrozado llorando”.
El presidente de Estados Unidos Donald Trump deportó el domingo, 16 de marzo, a 238 venezolanos a El Salvador, en un claro desafío al Poder Judicial, acusándolos de pertenecer a la organización criminal venezolana El Tren de Aragua. El secretario de Estado, Marco Rubio, justificó la decisión al invocar la Ley de Enemigos Extranjeros, creada en 1798 durante la guerra.
Por su parte el presidente Nayib Bukele dijo que Washington se comprometió a pagar seis millones de dólares anuales por la estancia de los supuestos criminales en el Cecot, la megacarcel que inauguraron en 2023 que ha sido señalada de violar derechos humanos de los recluidos.
La familia de Alirio en Maracaibo explicó que una vez él fue detenido por ICE, su hermano Alirio Antonio, que tiene cuatro años en suelo norteamericano, hizo los trámites para su deportación voluntaria, de la cual tienen constancia fue aprobada por un juez, pero eso no fue suficiente. Alirio tampoco tiene antecedentes penales en Venezuela.
“Mi hijo no es un delincuente, por eso lo único que pido es que se haga justicia, que revisen los papeles de cada venezolano que se llevaron porque no todos son culpables y así como yo hay muchas madres que están sufriendo”, añadió Yajaira.
Sin respuesta
El desgaste emocional que ha traído para la familia de Alirio la zozobra de no saber de su estado de salud se agrava con el paso de los días.
“Tengo mucha tristeza, yo no quiero seguir así, yo quiero respuestas, quiero saber cómo está, porque lo único que sabemos es por los videos que salieron, tenemos dos semanas sin saber de él. Lo único que le pido a mi Dios es ver entrar a mi hijo por esa puerta, creo que ese día me voy a morir, quiero abrazarlo, besarlo, él es mi bebe, el último que tuve, es mi consentido”, dijo la madre desesperada.
Yajaira contó lo que sintió cuando vio a través de un video en redes sociales cuando a su hijo le cortaron el cabello en el Cecot: “Cuando yo lo vi, así como estaba, amarrado de pies y manos, que me lo llevaban doblado, eso fue un dolor muy grande, sentí que no lo iba a ver más nunca. Esa cárcel es de máxima seguridad y mi hijo no está acostumbrado a eso, nunca ha estado preso, no sé porque se ensañaron con los venezolanos así”, se preguntó la mujer quien actualmente está delicada de salud por temas de hipertensión.
“Esta noticia me ha cambiado mucho la vida. Yo no puedo comer porque presiento que mi hijo está pasando hambre, no me quiero bañar, ni salir, ni nada, solo le ruego a Dios que me lo libere, que me lo traiga sano para poder estar con él”, concluyó la mujer.
Un largo proceso
Mientras se abrazaba con su madre ahogada en llanto, Yaribeth Belloso, la tercera de los hermanos, soltó: “Nosotros pedimos justicia, que lo devuelvan, que me devuelvan a mi hermano, nuestra felicidad, porque nos rompieron el corazón a todos, a su madre, a su esposa, a su hija, a sus hermanos, eso es lo que pedimos, justicia”.
El gobierno de Nicolás Maduro se reunió con las madres de los venezolanos presos en El Salvador, de los cuales 10 son zulianos residenciados en los municipios: Maracaibo, La Cañada de Urdaneta, Lagunillas, Valmore Rodríguez y Mara.
Hace una semana un grupo de abogados contratados por el gobierno venezolano presentó ante la Sala Constitucional de El Salvador un recurso de “Habeas Corpus” a favor de los venezolanos detenidos en el Cecot.
Por su parte, Noemí viajará esta semana a Caracas para reunirse con un abogado que la ayudará en el caso de su esposo Alirio. “Esperamos que todo salga bien”, dijo la mujer.
Tomado de Crónica Uno.