En medio de las sanciones impuestas por Estados Unidos y la caída de los ingresos petroleros, el gobierno de Venezuela ha reactivado su producción de carbón a través de una alianza con una empresa turca, con el objetivo de exportar más de 10 millones de toneladas de este combustible durante 2025, según fuentes de la compañía.
Sin embargo, líderes indígenas, comunidades locales y organizaciones ambientales advierten que las operaciones se están desarrollando sin medidas adecuadas de protección ecológica, lo que estaría contaminando el aire y el agua en la zona minera.
Carbón como alternativa económica ante las sanciones
Aunque la administración de Nicolás Maduro asegura que la economía venezolana creció un 8,7% en el tercer trimestre del año, el país sigue enfrentando una inflación cercana al 200% y la salida de numerosas empresas extranjeras. En este contexto, el carbón —que no está sujeto a sanciones internacionales— ha resurgido como una fuente clave de ingresos.
El proyecto Carboturven, una empresa mixta entre la estatal Carbozulia y la firma turca Glenmore Dis Ticaret Ve Madencilik A.S., fue creado en 2018 y retomó sus operaciones a finales de diciembre de 2024, tras varios años de inactividad. Las minas Paso Diablo y Mina Norte, ubicadas en el noroeste de Venezuela, son actualmente el eje de producción.
“Es momento de unir fuerzas en la construcción de un país próspero”, declaró Maduro a comienzos de este año, señalando que la expansión del sector carbonífero contribuirá a impulsar el crecimiento económico nacional.
Fuentes internas de Carbozulia indican que, durante el primer trimestre de 2025, la producción de carbón alcanzó cerca de 3 millones de toneladas, lo que coloca al país en camino de superar los niveles de la década de 2000, cuando se registraban más de 8 millones de toneladas anuales.
Además, el mandatario aprobó el desarrollo de un nuevo proyecto carbonífero en el estado Falcón.
Exportaciones a Turquía y dificultades logísticas
El carbón venezolano, caracterizado por su alto poder energético y menor nivel de impurezas, se destina casi en su totalidad a la exportación. Un trabajador de la mina Paso Diablo, que pidió mantener el anonimato, explicó que el país “suministra carbón crudo a Turquía, que luego lo revende a otros destinos en Europa”, con la meta de alcanzar una exportación anual de 10 millones de toneladas métricas.
Sin embargo, recientes ataques de las fuerzas militares estadounidenses a embarcaciones en el Caribe habrían detenido los envíos y obligado a paralizar temporalmente la producción, según la misma fuente, debido a la falta de espacio en los depósitos.
Ni el gobierno venezolano ni Carbozulia respondieron a las solicitudes de comentarios. Tampoco fue posible contactar a Carboturven ni a su socio turco, que no cuenta con página web. Según el rastreador comercial Import Genius, Glenmore figura registrada como exportadora de carbón bituminoso desde Palmarejo, en el estado Zulia.
Denuncias por contaminación y desplazamiento de comunidades
Organizaciones como la Sociedad Homo et Natura denuncian que las minas están liberando sulfatos, plomo, cadmio, cianuro y mercurio en el río Guasare. Según la misma ONG y otros grupos locales, al menos 12 comunidades indígenas y campesinas han sido desplazadas por la expansión minera en los últimos años.
“Están tratando de quedarse con todo lo que puedan”, afirmó Lusbi Portillo, coordinador de la Sociedad Homo et Natura y líder indígena de la región.
Un documento ambiental de Carbozulia fechado este año, al que tuvo acceso Reuters, enumera posibles medidas de mitigación —como tratamiento de aguas, control de emisiones y sistemas de riego para el polvo—, aunque no está claro si estas acciones se han implementado efectivamente.
Un trabajador de Paso Diablo confirmó que “no existen controles ambientales activos” y que los monitores de contaminación instalados en las comunidades “dejaron de funcionar hace tiempo”.
“No se puede vivir aquí más”
Habitantes cercanos a las minas aseguran que el polvo de carbón está afectando sus viviendas, cultivos y salud. “Ya no se puede vivir aquí”, dijo una mujer mayor en entrevista telefónica. “Tenemos carbón en las plantas, en las casas, en la ropa, en el agua, y no recibimos ningún beneficio de eso”, agregó, solicitando el anonimato por temor a represalias.
Residentes compartieron imágenes que muestran pies manchados de polvo negro, recipientes de agua contaminados y viviendas cubiertas de hollín.
“Somos comunidades pobres que vivimos de la cría, y los animales están muriendo por el polvo”, denunció un habitante indígena de La Guajira, refiriéndose a las cabras que constituyen la base de su sustento. “Vivimos en pobreza extrema, rodeados por la riqueza del carbón”.
Con información de Reuters.