De izquierda a derecha, el cardenal Raymond Burke, el papa Francisco y el obispo Joseph Strickland (Reuters/USA Today Network)
En un rincón: el papa Francisco, que insiste en una Iglesia católica misericordiosa y abierta a todos, un “hospital de campaña” dispuesto a curar las heridas de una humanidad que sufre. En el otro rincón: una minoría pequeña, pero ruidosa que se ha opuesto al pontífice y sus reformas.
Por CNN
Un enfrentamiento entre los dos está en marcha.
El líder no oficial de la oposición es el cardenal estadounidense Raymond Burke, uno de los expertos legales de la Iglesia y una figura cuyo estilo y enfoque se remontan a la Iglesia de una época diferente y cuyas opiniones se alinean estrechamente con las de su ala tradicionalista. Francisco, aunque sostiene que defiende la doctrina y los principios de la Iglesia, ha tratado de hacer que la Iglesia abandone algunas de esas costumbres que considera que obstaculizan su misión.
Quienes se oponen a Francisco dicen que están profundamente preocupados por su apertura a dar la comunión a los católicos divorciados y vueltos a casar, junto con su bienvenida pastoral a las personas LGBTQ. No les gusta su enfoque en los inmigrantes y la crisis climática, y en cambio quieren un papa que establezca la ley y presente la doctrina en términos de blanco y negro.
Este papa predica por una Iglesia más humilde, centrada en el servicio y que busque llevar el mensaje cristiano al mundo.
Si bien es probable que los ataques contra él hayan dolido, Francisco frecuentemente ha puesto la otra mejilla, llegando incluso a decir que no busca tomar medidas enérgicas contra sus oponentes. También nombró a líderes de los Departamentos del Vaticano que tenían puntos de vista diferentes a los suyos.
Ahora, sin embargo, en el undécimo año de su papado, el papa está tomando medidas más enérgicas para hacer frente a parte de la oposición que ha estado enfrentando, que se centra en Estados Unidos –donde la política estadounidense también puede estar en juego– y en ciertos círculos romanos.
Este domingo cumplirá 87 años y mientras lucha contra problemas de salud, no tiene tiempo que perder. Francisco ha decidido que Burke, su oponente durante años, perderá algunos de sus privilegios, entre ellos, según se informa, un subsidio para su apartamento de 416 metros cuadrados y un estipendio mensual. Esto sigue a la decisión del papa, el mes pasado, de destituir de su puesto de liderazgo al obispo de Texas, Joseph Strickland, quien había acusado a Francisco de socavar las enseñanzas centrales de la Iglesia, incluso en cuestiones políticamente cargadas como el aborto y el matrimonio entre personas del mismo sexo.
Los partidarios de Burke y Strickland han dicho que Francisco es un papa “dictador”, que reprime la disidencia, mientras que otros sugieren que el papa está castigando a sus críticos. Si bien los ataques no tienen un precedente obvio en la historia reciente, Francisco ha permitido que continúen, a menudo ignorándolos. También es consciente de que a veces el silencio es la mejor respuesta y que la reforma a menudo encuentra resistencia.
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