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Son casi las 10 de la mañana en Charlotte y, aunque aún es temprano, parece que el calor va a ser el protagonista de la jornada. A más de 30 grados Celsius y bajo un sol abrasador, algunos aficionados de la selección de Uruguay esperan frente al hotel donde se concentra el equipo de fútbol.
Uno de ellos es Pablo Silva, original de Montevideo y residente en Atlanta, Georgia. Ataviado con un gorro y una camiseta con los colores de la celeste, muestra con orgullo su camioneta, modelo Toyota Tundra. El vehículo, de color gris, está totalmente personalizado con banderas uruguayas y pegatinas donde se pueden leer mensajes como “Soy Celeste” o “Uruguay nomá”
“Cuando supimos que se jugaba la Copa América acá le hice algunas cositas a la camioneta, fui poniendo otras cosas y ahora es muy conocida” relata a la Voz de América el hincha, quien, desde Atlanta, se ha desplazado a lugares como Miami, Nueva Jersey y Kansas, ciudades donde la selección charrúa algunos de los partidos. Todo eso sin importar si tenía que hacer 15 horas por carretera.
Una travesía en la que asegura haber invertido más de 10.000 dólares.
«Yo vengo gastando mucho dinero en lo que es la gasolina para la camioneta, el hotel… Ya lo sabía, por eso ahorré por esto, la plata va y viene y solo se vive una vez en la vida. (Es) plata bien gastada» admite el aficionado.
Una opinión similar tiene Martín, otro de los fanáticos que espera a los jugadores frente al hotel. También procede del país del cono sur, pero fue criado en Charlotte, la ciudad que acogerá la semifinal de la Copa América en la que su selección se enfrentará a Colombia este miércoles.
«La entrada estaba entre 300 y 400 dolares. Ya he ahorrado. No sé, creo que la plata, como dicen, no importa porque es algo único y quedan los recuerdos», defiende.
Según el portal de venta de entradas Vivid Seats, el boleto promedio para el encuentro cuesta 325 dólares. Una cantidad que muchos hinchas definen como “costosa”. Algunos expertos señalan que el alto precio de las entradas ha provocado que algunos partidos de la competición hayan registrado una baja asistencia.
“Sí, han subido mucho, demasiado” dice sobre el precio de los boletos el colombiano Edwin Valderra portando el tradicional sombrero sabanero mientras espera a que salgan los jugadores de la selección cafetera del hotel donde se alojan.
Nacido en Bogotá y residente en Jacksonville, Florida, explica que, aproximadamente, él y su familia han recorrido 700 kilómetros en automóvil para llegar hasta Charlotte.
“¡Sí, claro!”, responde al ser preguntado si el desplazamiento y el esfuerzo económico valen la pena. “Por eso nos pegamos el viaje y toca apoyarlos y hacer todo lo posible para estar con ellos”, agrega.
Precisamente por el costo, no todos los hinchas van a poder entrar al estadio Bank of America, el recinto donde este miércoles se celebra el partido. Así que algunos se conformarán con alentar a su equipo desde locales cercanos al campo de fútbol.
«Iremos a la previa del estadio pero entrar, seguramente no entremos. Pero bueno, vamos a andar allí y, si Dios quiere y pasa Uruguay, vamos a ir hasta Miami y vamos a hacer lo mismo», relata Eugenio, quien ha viajado desde Rocha, Uruguay, para apoyar a su selección.
Mientras, los restaurantes y bares de Charlotte esperan llenar sus salas con aficionados que no han podido asistir al partido.
“Se esperan 90.000 personas en la ciudad, sabemos que no quedan entradas, así que esperamos a una gran cantidad de gente. Ya hemos visto a algunas personas en el área, así que estamos emocionados” explica el Dimitri, dueño de un bar deportivo en cuya entrada se puede leer “Los fans de la Copa son bienvenidos”.
La semifinal entre Colombia y Uruguay aportará una importante inyección económica para Charlotte, un lugar que atrae especialmente el turismo deportivo ya que muchos llegan a la ciudad para deleitarse con las jugadas de los Charlotte Hornets, que compiten en la NBA, o los touchdown de los Carolina Panters, uno de los equipos de fútbol americano más destacados de la costa este.
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