En el contexto de una de las crisis humanitarias más graves de América Latina, Susana Raffalli es una de las voces más influyentes en el análisis del impacto de la inseguridad alimentaria en Venezuela. Como especialista en nutrición de la organización benéfica Cáritas, Raffalli se ha dedicado a documentar, estudiar y combatir las consecuencias de la desnutrición en su país natal.
Los datos recopilados por Cáritas de Venezuela, aunque no abarcan la totalidad del territorio nacional, reflejan una realidad alarmante. Según Raffalli, la desnutrición infantil aguda —asociada con el hambre y enfermedades infecciosas— ha experimentado una leve disminución en comparación con el pico crítico registrado entre 2016 y 2017. Sin embargo, las cifras siguen siendo preocupantes y alcanzan niveles de emergencia: actualmente, “entre 8 y 10 niños de cada 100 evaluados presentan desnutrición aguda severa con riesgo de muerte”, un dato que, según la experta, supera ampliamente los promedios regionales.
En una entrevista exclusiva con DIARIO LAS AMÉRICAS, Raffalli detalló la magnitud de esta crisis y los enormes desafíos que enfrenta un país con el 82% de la población en situación de pobreza, lo que agrava significativamente la incidencia de la desnutrición infantil.
¿Qué podemos esperar de esta crisis nutricional?
La desnutrición crónica, que refleja carencias alimentarias sostenidas y afecta el crecimiento, ha aumentado del 18% al 30% desde 2016. Más del 40% de las mujeres embarazadas que vienen a los servicios de Cáritas a pedir ayuda tienen un déficit nutricional agudo. Pero además de esto, la propia UNICEF y la Organización Mundial de la Salud reportan que el 24% de ellas, es decir, casi 3 de cada 10 mujeres en edad fértil viven con anemia. Estas cifras, que superan 8-10 veces los promedios regionales, evidencian la magnitud de la crisis.
Por ende, las consecuencias inmediatas y a largo plazo ya las estamos viendo. En los niños, provoca retraso en el crecimiento y en el desarrollo cognitivo permanente, lo que disminuye sus oportunidades educativas y perpetúa ciclos de pobreza. Los niños con retardo de crecimiento a futuro tendrán un 65% más de posibilidades de contraer las enfermedades prevalentes de la infancia. Las niñas desnutridas, cuando sean adultas, van a tener un 70-80% más probabilidades de concebir y parir un niño con desnutrición, agravando la crisis intergeneracional. Una mujer con anemia tiene un 40 o 50% más de posibilidades de morir durante el parto y además un 80% más de posibilidades de parir un niño con desnutrición, niños que ya nacen con retardo del crecimiento uterino y que cursarán la infancia así. Entonces, en 20 años nos va a doler haber hipotecado de esta forma el capital humano del país.
Considerando que Venezuela vive una crisis prolongada, ¿tiene indicadores que confirmen consecuencias irreversibles?
Yo creo que el indicador más contundente es que de 10 niños que vienen a Caritas pidiendo ayuda, al menos 3 llegan con su crecimiento retardado. Y no podemos hacer nada por ellos porque, aunque logran mejoras en su salud, la ventana para crecer ya pasó. Las condiciones precarias del país —baja cobertura de vacunación, falta de agua potable y colapso de servicios básicos— dificultan una recuperación integral. Eso no lo podemos emparejar y nos duele profundamente.
La otra cosa que nos hace pensar que es irreversible es haber visto la descomposición de la estructura social. A Caritas llegan las mismas personas por una sopa, pero ahora con pensamientos suicida, víctimas de redes de trata y tráfico humano, personas sumidas en las desesperanzas. Es innegable el aumento del trabajo infantil, de la prostitución, del sexo transaccional por comida, de la trata de personas, del tráfico humano.
Y te voy a dar el indicador más contundente: la primera niña con desnutrición que fue atendida por el servicio de Cáritas en el año 2016, hace 8 años, este año regresó a Cáritas embarazada. Es decir, una niña de aproximadamente 12 o 13 años, con un embarazo precoz, nuevamente desnutrida, una niña cargando a otra niña, ambas extraordinariamente vulnerables y vulneradas. Eso ya es el indicador de que el problema se intensificó y se profundizó, de que se ha vuelto secular.
¿Qué estrategias está implementando Cáritas para combatir esta situación?
Cáritas ha implementado un sistema de monitoreo comunitario para detectar tempranamente casos de desnutrición en las parroquias más pobres. Este programa ha salvado vidas y fortalecido la esperanza en las comunidades. A través de jornadas semanales, voluntarios y personal capacitado atendemos a los niños y recopilamos información crítica para los mecanismos de respuesta humanitaria.
La organización también se enfoca en estrategias específicas para niños menores de dos años y adolescentes, además de colaborar en la atención a migrantes, adultos mayores y personas en situación de dependencia. Este trabajo se ha convertido en un modelo de intervención eficaz, pero no resuelve las causas estructurales de la crisis, que requieren una acción sostenida por parte del Estado y de la comunidad internacional.
¿Qué acciones deberían tomarse para mitigar esta emergencia?
Lo que está pasando con la emergencia de Venezuela es el ciclo natural de las emergencias humanitarias prolongadas. Entra en una fase de subregistro, de invisibilidad y finalmente de olvido. Es decir, la crisis continúa, pero se olvida. No se habla de eso. Por eso, lo primero que necesitamos es visibilizar lo que está pasando aquí, porque hay población que está pasando muchísimo trabajo. Además, hemos visto que está disminuyendo estrepitosamente la cooperación internacional. El porcentaje de financiamiento del Plan Humanitario de Respuesta Nacional que coordina Naciones Unidas ha bajado entre 30 y 40 puntos porcentuales con respecto al año anterior. Entonces, empezó un declive de los fondos de cooperación internacional, por eso es crucial garantizar esos fondos porque están en riesgo numerosos programas humanitarios esenciales. Lo tercero es que esa cooperación ya tiene que dejar de ser extremadamente socorrista, para que se abra el país al desarrollo de procesos a largo plazo y de construcción de paz.