Nada más basta con revisar, la información que puede alcanzar manar y llegar públicamente de forma masiva a los venezolanos, para dar cuenta de una secuencia de episodios escalofriantes, que muestran la barbarie en un país considerado o al menos eso parece, civilizado; de una cotidianidad, creada e impulsada desde todas partes.
Solamente cuando una sociedad se decide a dejar atrás los vicios, la complicidad con el delito, la deshonestidad; así también abandonar el desaliento, la desorganización y poca estima por las normas; será una sociedad próspera, aún más, la libertad llegará.
La interpretación de estas líneas no son de una percepción negativa del futuro; lo real es que el rezago en todos los ámbitos del quehacer de los venezolanos debe ser atendido con una sincera postura de reivindicación de cada quién, hacia sus propias acciones, decisiones; por qué no decirlo, hacia sus sentimientos y aprecio por cada uno de los que, como ellos mismos, sufren una significativa pena.
Una sociedad, ¿cómo decirlo?: un territorio con personas dentro, con claros contrastes de opulencia por un lado y pobreza por otro, corrupción y sumisión, falsa libertad mezclada con desenfreno, irrespeto con oportunismo, subversión contra institucionalidad, el derroche frente a necesidades extremas, desilusión y altanería, tendrá dificultades en rediseñarse.
Las muestras de tal ignominia y de posturas impropias sobran. Un país donde por un lado se hacen grandes eventos musicales con claros indicios de lavado de dinero y despilfarro y al mismo tiempo, en el mismo terrorífico momento, existen personas secuestradas privadas ilegalmente e injustificadamente de su libertad. Esto dice muy mal de la vocación de sus habitantes, del ser humano.
No es bueno generalizar y en este caso corresponde, porque se ha venido conformando una masa crítica de venezolanos que opta por trabajar y generar una transición hacia situaciones de verdadero bienestar. Venezolanos que no están al asecho de un pequeño cambio de figuras, para convertirse luego en los próximos victimarios, verdugos y nuevos poseedores de fortunas “a costilla” del control de los recursos de toda una nación. Venezolanos que edifiquen y consoliden las instituciones en el marco de un código de leyes.
@abrahamsequeda