Está usted en su casa con su mujer y sus muchachos, y aunque tenga alguna oscuridad en su pasado está tranquilo, en su casa nada le puede pasar y aún menos cuando el Gobierno de su país le ha garantizado la protección. En su casa, entre los suyos, usted puede andar hasta en calzoncillos, siempre y cuando permanezca dentro de su casa y no le complique las cosas a otros.
Porque, además, ya en tiempos anteriores usted se ha evadido de una cárcel, se ha fugado y renunció al país en el cual nació, en el cual quería hacer carrera, formar familia, morir. Pero parece que sólo lo último se le va a cumplir. La cárcel estaba en su país de nacimiento y de formación, donde creció y pensó en su propia familia. Usted no es un delincuente en una democracia con un adecuado sistema judicial, sino un desadaptado político en un sistema en el cual todo lo ordena el Gobierno. Para poco bien, mucho mal, aprovechamiento de unos pocos obedientes y sumisos, y hambre y desamparo crecientes de las mayorías.
Usted se ha rebelado contra ese mal Gobierno pero lo ha hecho mal porque fue derrotado y encarcelado. No se resigna y escapa de la prisión, no negamos ni aprobamos sus razones, pero en parte lo hizo mal porque uno de sus camaradas de fuga muere.
Anda en fuga y en Chile, país pacífico abajo en el mundo, le dan refugio. Vive tranquilo hasta que unos tipos rudos golpean su puerta disfrazados de policías chilenos de inmigración y usted, sin sospechar nada, les abre. Y se lo llevan. O sea, no sólo lo secuestran sino que siendo falsas autoridades son realmente enviados oficiales del régimen revolucionario sin permiso -que se sepa- de las autoridades chilenas para secuestrar por allá. No importa cómo se vea eso es invasión. Perversión. Abuso. Y secuestro, este viernes nadie sabe dónde está usted. ¿Tal vez lanzado desde un aparato volador? ¿Echado al mar desde un barco? ¿Lo tienen escondido en algún oscuro rincón de la selva amazónica o entre Bolivia y Perú? Ni Simón Bolívar ni José de San Martín ni O’Higgins ni Allende en su peor momento ni Pinochet en su mejor imaginaron a una Venezuela invasora de Chile.
¿Ficción o delirios de un régimen desesperado? Ya sabremos. Que usted desaparezca por completo, o que aparezca en una cárcel política venezolana puede ser el trastazo final del castromadurismo chavista. Esperaremos, porque el Presidente de Chile, Boric, nada dice.
Y el portugués de la ONU, Antonio Guterres, se queda tan tranquilo ¿complicidad o pajudez?, cuando el castromadurismo echa a patadas a sus representes de defensa de derechos humanos., mientras La Habana se prepara a ver qué hace con la nueva etapa del hambre cubana.