¿Es posible la esperanza de un cambio no solo político a mediano plazo en Venezuela? Mi respuesta afirmativa es el mensaje de saludo a 2024 para mis lectores, cuyo apoyo me honra.
En lo inmediato hemos avanzado al aglutinar alrededor de una candidata unitaria de todas las fuerzas democráticas, con el respaldo de varios partidos políticos y sobre todo de sus militantes de base, la voluntad ciudadana de despejar el horizonte para superar el oscuro momento que no cesa de crisis humanitaria compleja.
Hay un reclamo creciente a favor de un modelo económico factible y plural, sin las cortapisas, el control y las trabas de un Estado fiscalizador y omnipresente, pero que incumple sus obligaciones constitucionales. Se requiere una propuesta social efectivamente incluyente, respetuosa y dignificadora para toda la gente, un proyecto político creíble y verdaderamente democrático, basado en las oportunidades y los méritos y no en el clientelismo ni la repartición de cuotas de poder.
El entusiasmo y la emoción de la gente en los centros de votación para ejercer su derecho a decidir el futuro y escoger a su líder gobernante anunciaba la victoria contundente de María Corina Machado en la elección primaria del 22 de octubre de 2023. Frente a los líderes tradicionales en Venezuela, ella expresa un liderazgo diferente y consecuente.
El trágico estado de ruina y carencias de una gran mayoría de la población no es sostenible, pese a la resiliencia, el altruismo y la solidaridad creciente de muchas organizaciones no gubernamentales y de personas que, de muy diversas maneras, han contribuido a transformar o a paliar sus peores efectos en desnutrición, muerte y violencia.
La situación en el país es compleja, pero siempre hay espacio para la esperanza. Las transiciones hacia la democracia pueden ser desafiantes, pero la presión internacional, la movilización ciudadana y los esfuerzos diplomáticos pueden jugar un papel importante. Mantener la esperanza y trabajar hacia soluciones pacíficas es clave.
A mediano plazo, viene un año muy desafiante. Algunas recomendaciones son oportunas para afrontar los retos. La transición hacia la democracia implica la colaboración de diversos actores, tanto a escala nacional como internacional. Por eso ha sido decisivo el propósito de María Corina Machado de incorporar a los chavistas a un diálogo inclusivo entre todos los sectores de la sociedad venezolana, que abarque gobierno, oposición, sociedad civil y otros grupos significativos.
Tanto la participación ciudadana en el país como la presión económica internacional y los esfuerzos diplomáticos de los gobiernos de los países democráticos deben continuar para propiciar cambios políticos y proteger los derechos humanos que son sistemáticamente violados por el régimen.
La justicia transicional sin impunidad debe ser puesta en marcha junto con incentivos como garantías de seguridad para los actores del régimen de que serán juzgados imparcial y proporcionalmente según su responsabilidad y de que podrán participar en futuros procesos políticos son necesarios para lograr una transición pacífica.
Retomar la normalidad de un país significa también construir confianza en las instituciones, las educativas y de salud, los sistemas judicial y electoral, que son condición necesaria pero no suficiente para la democracia. Esperemos que la perspectiva de un resurgimiento de lo mejor que el país puede dar sea el estímulo para parar el flujo migratorio masivo y un retorno lleno de las energías constructoras de futuro.