Foto: Referencial | El Nacional
Durante las fiestas, como ocurre con la cena navideña que se realizó hace escasas horas, los platos están signados por cierta indulgencia hacia los alimentos y las bebidas, no solo en la cantidad, sino también en qué se ingiere. Esta situación deja a muchos pensando en cómo retomar una alimentación equilibrada. La clave para una transición exitosa hacia una dieta saludable radica en la distribución y elección consciente de los alimentos.
Lo cierto es que una distribución adecuada de las ingestas diarias es esencial para mantener un equilibrio nutricional y evitar el aumento de peso. Es por este motivo es es recomendable espaciar las comidas entre 1 hora y media hasta 3 horas, como máximo.
1. Distribución: un punto clave
Este enfoque “cronológico” ayuda a controlar el hambre hasta la próxima comida, reducir el tamaño de las porciones, y facilitar la selección de alimentos más saludables. Además, regula la secreción de insulina, lo que es crucial para el metabolismo de las grasas y la activación del gasto energético.
Es por este motivo que conviene realizar las cuatro comidas principales -desayuno, almuerzo, merienda y cena- y 2 colaciones en el día, a media mañana y a media tarde. Un ejemplo puede ser:
– 8.00: desayuno
– 10.00: colación de media mañana
– 13.00: almuerzo
– 15.00: colación de media tarde
– 18.00: merienda
– 21.00: cena
2. La importancia de desayunar todos los días
El desayuno es la comida más importante del día, y es por una buena razón. Es fundamental para iniciar el metabolismo y proporcionar energía para el día. Después de la última comida, la cena, el cuerpo utiliza energía almacenada durante aproximadamente cuatro horas, el tiempo aproximado en que dura la digestión. Tras este tiempo, el organismo hace uso de sus reservas mediante el denominado ayuno fisiológico.
Es que saltarse el desayuno puede llevar a un mayor apetito más tarde, aumentando la probabilidad de comer en exceso en el almuerzo o la cena. Además, puede resultar en una disminución de la energía y afectar negativamente la capacidad para tomar decisiones alimenticias saludables.
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