Varios vecinos del barrio se sumaron a su protesta. Voltearon un contenedor de basura en la calle y comenzaron a corear “libertad, váyanse pa’la pinga” y la famosa frase de “Díaz-Canel singao”. Personas afiliadas a la UJC o el partido comunista, burócratas de nivel medio en instituciones estatales y militares en activos o retirados, asentían en silencio.
“Si por indolencia no eres capaz de administrar los servicios básicos, luego no puedes castigar a los que se manifiestan. Y todos los cubanos, del bando que sean, están descontentos por la ineficiencia del gobierno”, comentó un oficial de la policía.
El directivo de una empresa, cuando se inició la protesta, optó por regresar a su casa. En privado, coincide que el “pueblo está más arriba de los cojones de los abusos, la corrupción y el mal funcionamiento de los servicios públicos. Yo también tengo ganas de gritar. Pero siempre hay alguien que te chivatea. Lo mejor es estar al margen” y dijo a Diario Las Américas, que el protocolo a seguir para los miembros del partido comunista y cuadros de empresas estatales, “es salirle al paso a las manifestaciones contrarrevolucionarias e identificar a las personas que iniciaron la protestas. Pero la mayoría no estamos por la labor. Sufrimos las mismas carencias”.
Y añadió que “a estas alturas de mi vida no voy a estar chivateando a un vecino que conozco desde la infancia para que luego lo condenen a diez años de prisión por reclamar en voz alta lo que la mayoría de los cubanos pensamos en voz baja. Además con qué moral, porque como casi todos los funcionarios del gobierno, tengo un hijo en Estados Unidos y otro en España, los dos me mandan dinero y cajas con comida”.
Nunca antes un periodista independiente tuvo su labor tan fácil. Si quince años atrás los cubanos se inhibían de hablar ante una cámara, ahora las personas no se cortan y critican abiertamente al régimen. En la oscuridad provocadas por los apagones, muchos vecinos suelen reunirse en el portal de sus casas o en las esquinas y casi todo lo que se habla es para criticar el ruinoso Estado de cosas del país.
El centro de conversación con cualquier persona, en la calle, una cola o un taxi, son quejas y reproches al gobierno. El descontento ha ido creciendo en la misma medida que los ciudadanos han ido empobreciendo. Yoel, funcionario del puerto de La Habana, acusa al gobierno de mentiroso e irresponsable. “Ellos tienen la culpa de que estemos hundidos. La falta de credibilidad de los gobernantes cubanos no tiene nombre”. Pone varios ejemplos: “Fuera de la bahía, hay varios barcos que no han podido atracar por falta de dinero para pagarles. La semana pasada las autoridades pagaron solo mil toneladas de gas licuado, de una carga contratada de diez mil toneladas, no tenían el dinero completo. Sucede igual con los barcos de combustible. El principal problema de Cuba no es el bloqueo, es que el gobierno no tiene divisas”.
El viernes 18 de octubre, a las 8 y 50 de la mañana en diversas barriadas habaneras quitaron la electricidad. Era un apagón programado de 6 horas. Debido al alto déficit de generación, las autoridades decidieron ampliar el horario de apagón en la capital de 4 horas en horario matutino o vespertino a 6 y 8 horas. En provincias, desde el mes de enero los apagones suelen ser de 8 a 22 horas. Pero alrededor de las 11 de la mañana, una avería en la termoeléctrica Antonio Guiteras, en las inmediaciones de la bahía de Matanzas, a cien kilómetros al este de La Habana, provocó un apagón general en todo el país.
Un ingeniero eléctrico explica a Diario Las Américas que hubo una desconexión del sistema. «Quedó en cero. Ya había ocurrido en 2022, tras el paso del ciclón Ian. Restituirlo es bastante complejo. El sistema electro energético no está diseñado para hacer cortes eléctricos. Pero las causas de la actual crisis energética es una combinación de factores provocada por la falta de inversiones en las termoeléctricas cubanas. La mayoría fue construida hace cuarenta o cincuenta años con tecnología soviética. La más moderna es la Guiteras, de tecnología francesa que puede llegar a generar 330 MW y fue edificada en 1991”.
“Son plantas que debieran funcionar con petróleo ligero y darles mantenimiento cada seis meses y general cada dos años. Tras la revolución energética ideada por Fidel en 2005, para aliviar la crisis energética que tenía el país desde hacía veinte años, se priorizó construir centrales de generación distribuida, cientos de plantas de fuel oil conectadas al sistema. Y se comenzó a generar electricidad en las termoeléctricas con petróleo cubano, que es muy denso y contiene altas concentraciones de azufre”.
“Eso ha provocado numerosas roturas y tupiciones en los conductos y las calderas. Por falta de financiación no se sustituyen o modernizan los equipos. Algunas piezas ya ni siquiera se construyen. Y pasó lo que la mayoría de los especialistas de la empresa eléctrica preveían: era insostenible mantener el modelo creado por Fidel, debido al alto costo del diésel, que es importado, y en particular porque esas plantas no están diseñadas para trabajar tantos años. Lo que debió ser una solución temporal, para ganar tiempo y construir nuevas termoeléctricas, por orden de Fidel se convirtió en un modelo definitivo. Ahora sucede que la mayoría de las termoeléctricas están en ruina. Y en la generación distribuida la mayor parte de los equipos están obsoletos, rotos o parados por falta de piezas de repuesto”.
“El colapso del sistema era una jugada cantada. Es irreversible. Incluso teniendo el combustible disponible. El país, en teoría, tiene una capacidad de generación de más de seis mil MW. Pero en la práctica, sumando las energías renovables y la distribuida, apenas roza los tres mil MW. Y el consumo diario promedio es superior a esa cifra. Así que siempre, suponiendo que no haya rotura ni falte el combustible, habrá que programar apagones”, concluye el ingeniero.
La solución pasa por nuevas inversiones. Mirta, arquitecta, afirma que el “gobierno ha gastado más de 20 mil millones de dólares en la construcción de hoteles. Su propietario es GAESA, que ya tiene tantas habitaciones como Marriot o Hilton, gigantes mundiales de la hostelería. Eso no tiene sentido en un país donde el nivel de ocupación hotelero no llega al 30 por ciento”.
Con la mitad de ese dinero, unos 10 mil millones de dólares, algunos especialistas consideran que se pudo renovar el sistema electroenergético y construir nuevas centrales. En materia de energía la estrategia del régimen ha sido un caos. En la década de 1980, Fidel Castro decidió construir en la provincia de Cienfuegos, 300 kilómetros al este de La Habana, una central electronuclear con tecnología soviética.
“Viendo el desastre de la actualidad, por suerte aquella construcción se paró tras la caída del comunismo en la URSS. Los reactores eran similares a los de la planta en Chernobyl, que provocó el peor accidente de la historia. En esa obra se dilapidó alrededor de 25 mil millones de dólares al cambio actual, sin contar el dinero que se gastó en preparar especialistas en el extranjero que treinta y cinco años después no tienen trabajo”, expresa Eder, físico nuclear.
El experto en energía Jorge Piñón, cubanoamericano director del Programa de Energía para Latinoamérica y el Caribe de la Universidad de Texas, hace dos años realizó un exhaustivo análisis en el cual pronosticó “el colapso total del sistema eléctrico cubano”. Según Piñón, la actual debacle no es resultado del embargo, «sino de la mala gestión del Estado en el sector energético. Cuba no tiene dinero ni tiempo para resolver el colapso del sistema eléctrico”. En su opinión, se necesitaría una inversión superior a los 10 mil millones de dólares.
Un funcionario de la empresa eléctrica revela que “hace diez años, en 2014, se anunció un acuerdo con la empresa rusa Inter-RAO para construir cuatro unidades de doscientos MW cada una. En 2016, Moscú concedió un préstamo de 1,300 millones de euros para la construcción. Esos ochocientos MW, si se hubiera hecho lo pactado, estarían ahora funcionando. Pero nadie sabe el rumbo que cogió ese dinero”.
Qatar y Arabia Saudita han entregado fondos millonarios para inversiones en el sector hidráulico, mientras China, España y otros países de la Unión Europea, han financiado proyectos de energías renovables que no nunca se han ejecutado o están a medio construir, como la central de generación eólica en la provincia de Las Tunas. O la unidad de generación eléctrica mediante biomasa del Central Ciro Redondo en la provincia Ciego de Ávila, que costó más 300 millones de dólares y está parada por falta de bagazo de caña o de marabú que el régimen prefiere exportar.
La mala noticia para los cubanos es que no hay una solución viable a corto plazo. El director de la Unión Nacional Eléctrica (UNE), Alfredo López Valdés, sugirió que los cubanos que puedan se “compren un sistemita fotovoltaico”, generando toda clase de comentarios entre los cubanos. “No tienen un ápice de autocrítica por su mala gestión, le piden al pueblo que guapeen la comida y ahora la electricidad de su casa. ¿Quién va a pagar la compra de esos paneles fotovoltaicos? ¿La familia que vive en Miami? O acaso lo van vender a plazos por la libreta. De verdad que son unos desvergonzados”, dijo insultada Camila, ama de casa.
El ingeniero eléctrico consultado por Diario Las Américas considera que “lo ideal sería apostar por las energías renovables, especialmente la fotovoltaica y la eólica. Pero para dotar al país con una infraestructura de diez mil MW, que sería lo sustentable y garantizaría un futuro desarrollo económico, se necesitaría una inversión de alrededor de 20 mil millones de dólares”, cifra similar a la que gastó GAESA en construir hoteles para turistas.
Un panel solar de 1KWP de potencia se vende en una tienda de Copextel, empresa de Ramiro Valdés, ubicada en 41 y 42, Miramar, en 55 mil pesos, el salario anual de un profesional en Cuba. Antonio, electricista, advierte que “el desembolso de dinero para una familia de cuatro personas con dos aires acondicionados sería muy superior, pues necesitarían comprar, de acuerdo a su gasto mensual de MW, cinco o seis paneles de buena potencia y con baterías para que se puedan utilizar de noche. Eso representaría cerca de medio millón de pesos, incluyendo la instalación incluida. Una inversión imposible para un trabajador o un jubilado”.
Cuando Hiram, estudiante universitario, vio en las redes sociales la intervención de Manuel Marrero, alucinó. «Te dicen a la cara que los apagones se van a recrudecer y no hay solución a corto plazo. Ya es hora que los cubanos cojamos un machete y nos alcemos en el monte”.
Elaine, profesora jubilada, coincide que algo debemos hacer, “los funcionarios del Estado están burlándose del pueblo. En esa comparecencia del pasado jueves el gobierno sabía lo que sucedería al día siguiente. Fue un guión preparado. No te venden ni velas, linternas recargables y alimentos enlatados para que las personas puedan comer y después no quieren que los critiquen”.
Patricia, la que empezó a sonar la cazuela después de estar 50 horas sin luz, asegura que “el miedo tiene un límite. No es fácil vivir sin tener que darle de comer a mis dos hijos y a mi madre empotrada en una cama, sin poder comprarle culeros desechables apropiados para esos casos. Cada vez que el gobierno viole mis derechos voy a gritar. No me voy a quedar callada”.
En un ejercicio de cinismo, en plena ola de descontento popular, el mandatario Díaz-Canel felicitó al pueblo cubano por su “compresión, confianza en los dirigentes y disciplina”. A los que salieron a protestar después de cuatro días sin electricidad, los acusó de “estar embriagados” y ser “cómplices de operadores políticos en el exterior”. En tono desafiante prometió sanciones penales.
Más de mil compatriotas están presos por manifestarse pacíficamente en las calles. El mensaje de ida y vuelta del régimen es escueto: emigración, bajar la cabeza o cárcel si protestas. Cada cual elige. Pero si en algo coinciden los cubanos, es que los apagones maratónicos llegaron para quedarse.