Armados con fusiles, ametralladoras, municiones y vistiendo uniformes camuflados, un grupo de guerrilleros de la Segunda Marquetalia patrulla sigilosamente una zona selvática del suroeste de Colombia en medio de un sofocante y húmedo calor, como parte del control territorial que ejercen en la región.
Los rebeldes hacen parte de una facción de la antigua guerrilla de las izquierdistas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), que abandonó un acuerdo de paz del 2016 y regresó a la lucha armada alegando incumplimientos por parte del Estado.
La Segunda Marquetalia se mantiene fiel a los ideales marxistas, como la redistribución de la tierra, que inspiraron la fundación de las FARC en 1964, y muchos de sus líderes son veteranos de la antigua guerrilla que ahora rondan los 60 años.
Algunos rebeldes en un campamento visitado por Reuters, la primera vez que el grupo permite ingresar a un medio de comunicación, todavía lucen símbolos como una muñequera con la imagen del Che Guevara, asociada desde hace tiempo a los grupos guerrilleros latinoamericanos.
Pero los tiempos han cambiado en otros aspectos. Muchos guerrilleros, algunos todavía adolescentes, tienen teléfonos celulares. Un generador de energía en el campamento alimenta una conexión a Internet por satélite que les permite hacer videollamadas a sus familias.
Ahora la Segunda Marquetalia, conformada por más de 1.700 integrantes entre combatientes y auxiliadores, parece ser una de las pocas esperanzas del presidente de Colombia, Gustavo Petro, para alcanzar un acuerdo de paz con un grupo armado ilegal, aunque las líneas rojas de esa guerrilla de no entregar las armas hasta que se cumpla lo pactado lo hacen poco viable.
«Lograr unos acuerdos y firmar un proceso de paz, eso quisiéramos. Pero es que dos años es muy poquito. Además, la oposición al Gobierno de Petro es tremenda», dijo en una entrevista con Reuters Walter Mendoza, jefe del equipo negociador de la Segunda Marquetalia.
Petro, el primer mandatario de izquierda en la historia de Colombia, cumplió la mitad de su mandato de cuatro años el 7 de agosto.
Sentado en una silla plástica en una casa de madera y tejas metálicas en un caserío en medio de la selva verde, usando sombrero, una kufiya palestina sobre su cuello, pantalón camuflado y botas negras de caucho, Mendoza advirtió que «en estos momentos las armas ni la desmovilización están en la mesa de negociación».
«Primero empecemos por lo primero, que son las transformaciones de los territorios, es decir hechos concretos», aseguró.
Gobierno admite dificultades y obstáculos
El jefe negociador del Gobierno en los diálogos con la Segunda Marquetalia, Armando Novoa, dijo a Reuters que se buscará firmar y poner en ejecución un acuerdo de paz con esa guerrilla antes de dos años y aseguró que hay tiempo suficiente y voluntad política, aunque reconoció que existen «dificultades y obstáculos enormes».
Uno de los inconvenientes se conoció la semana pasada, cuando el Gobierno reveló que el grupo solicitó levantar la orden de captura de su máximo líder, Iván Márquez, para dar continuidad al proceso, algo complejo de hacer por ahora debido a que está solicitado en extradición por Estados Unidos.
Petro llegó al poder con la promesa de acabar definitivamente con seis décadas de un conflicto armado a través de negociaciones de paz y acuerdos de sometimiento.
El mandatario mantiene negociaciones por separado con el Ejército de Liberación Nacional (ELN) y con una parte del Estado Mayor Central (EMC), otra facción de las FARC que nunca se acogió al acuerdo de paz.
La negociación con el ELN no ha logrado avances significativos desde que Petro la retomó en noviembre del 2022, mientras que esa guerrilla la ha declarado en crisis y congelado en repetidas oportunidades.
El diálogo con el EMC aún no muestra resultados y la división que se presentó al interior de ese grupo dejó a la mayoría de sus estructuras armadas fuera de la mesa.
Una oferta de sometimiento a cambio de rebajas de penas al Clan del Golfo, la principal banda criminal del país conformada por antiguos paramilitares de ultraderecha, no ha prosperado hasta el momento.
Mendoza, un veterano líder guerrillero de 67 años, cuyo verdadero nombre es José Vicente Lesmes, reconoció que la negociación es el camino para poner fin al conflicto interno de seis décadas que ha dejado más de 450.000 muertos y que con Petro encontraron coincidencias.
«Las líneas inamovibles están: no hay desmovilización ni entrega de armas antes de», dijo Mendoza en tono pausado, al insistir que primero se deben hacer transformaciones sociales, políticas, económicas y conceder garantías jurídicas.
Pero Novoa respondió que la entrega de armas es un aspecto central de la negociación.
«Obviamente tenemos que ocuparnos del alzamiento en armas de ellos, no sé si eso sea una línea roja o no, pero por supuesto para nosotros ese es un aspecto central de la negociación porque si no, no tendría sentido hacer una negociación para que ellos continúen en armas», explicó.
Novoa dijo que el Gobierno coincide con la Segunda Marquetalia en la necesidad de implementar transformaciones territoriales que incluyó en su Plan de Desarrollo, la hoja de ruta de inversiones económicas y sociales para alcanzar una paz total, reducir la desigualdad, la exclusión y la pobreza, además de mejorar la cobertura de salud y educación.
«Por supuesto, nosotros creemos que la paz territorial se hace con transformaciones sociales y económicas», aseguró el jefe del equipo negociador del Gobierno. «Y para eso es necesario fortalecer las autoridades locales y acabar con la violencia de las armas por fuera de la legalidad».
Inviable mantener las armas
El analista y experto en temas de conflicto Eduardo Pizarro dijo que la posición de la Segunda Marquetalia de mantener las armas genera un ambiente inadecuado para la negociación y recordó la experiencia del Ejército Republicano Irlandés que provocó dificultades a ese proceso.
«Conservar las armas es absolutamente insostenible, eso envenena totalmente la credibilidad en el proceso», aseguró el experto. «Yo creo que eso mata la posibilidad de una negociación de paz exitosa».
«Soy enormemente pesimista de la posibilidad de avanzar, sobre todo si el presupuesto básico es la no entrega de las armas y la no entrega de las armas condicionada al cumplimiento de los acuerdos. Yo insisto, eso hace inviable cualquier negociación», afirmó Pizarro.
Mendoza, que participó con las FARC en la negociación de Cuba finalizada con el acuerdo de paz del 2016 y la desmovilización de 13.000 rebeldes que conformaron un partido político, advirtió que las transformaciones incluyen entregas de tierras a los campesinos pobres, construcción de carreteras, escuelas, puestos de salud y electrificación.
El líder rebelde, un hombre de origen campesino que ingresó a la guerrilla hace 45 años, descartó un proceso de sometimiento o comparecer ante la Jurisdicción Especial para la Paz, y planteó «una ley de punto final» con «amnistía general e indulto».
Pizarro, quien perteneció a la Corte Penal Internacional, sostuvo que es inviable conceder indultos o amnistías como lo planteó el jefe rebelde y advirtió que es un tema sensible.
«No es viable, Colombia suscribió el Estatuto de Roma. Es inviable para Colombia ir en contravía del Estatuto de Roma, porque eso nos pondría en serios problemas», afirmó.
El líder rebelde reconoció que esa guerrilla se financia con el cobro de impuestos a personas involucradas en economías ilícitas como el narcotráfico en las zonas en donde tiene presencia, pero negó que estén involucradas directamente en esas actividades.
Las Fuerzas Militares y la Policía Nacional acusan a la Segunda Marquetalia y a otros grupos armados ilegales de obtener millonarios ingresos del narcotráfico y la extracción ilícita de oro, principalmente.
Mendoza dijo que el presidente Petro no tiene el respaldo amplio y suficiente para impulsar las reformas sociales, económicas y políticas que prometió, a lo que se suma que le tocó aliarse con las élites de siempre para gobernar.
Aunque el Gobierno le propuso en julio a la Segunda Marquetalia en la instalación de la mesa de diálogo en Venezuela tener como base el acuerdo de paz de La Habana para evitar construir desde cero, el jefe del grupo guerrillero rechazó esa posibilidad, aunque reconoció que hay temas rescatables.
«Nosotros no podemos avalar algo que no se cumplió. Vamos por un proceso nuevo», advirtió Mendoza.
Venezuela, zona de amortiguamiento
El jefe guerrillero reconoció que la Segunda Marquetalia tiene presencia en Venezuela en lo que denominó «una zona de amortiguamiento».
«Es como para tener un respiro donde hemos podido hablar con mucha gente de acá, para temas políticos, para temas financieros, para temas de logística, pero es que nosotros somos colombianos y la lucha es acá», explicó.
En el pasado las Fuerzas Armadas acusaron a las guerrillas colombianas de utilizar el territorio venezolano, con la complacencia del Gobierno del presidente Nicolás Maduro, para evadir la ofensiva militar y hacer actividades ilegales como el envío de cargamentos de cocaína, algo negado por Caracas.
Mendoza sostuvo que con el eventual triunfo de un candidato de derecha en las elecciones presidenciales del 2026 el conflicto armado de Colombia puede aumentar.
«El conflicto se puede intensificar y con ello la guerrilla no va a desaparecer, seguro que no desaparecerá», aseguró. «Mientras el pueblo nos apoye, la lucha armada va a seguir».
Después de la entrevista con Mendoza, un equipo de Reuters ingresó a una zona inhóspita más profunda de las selvas del suroeste de Colombia controlada por la Segunda Marquetalia, un área con extensas plantaciones de hoja de coca, la materia prima de la cocaína.
El ingreso, con autorización del grupo guerrillero, se hizo atravesando en lancha ríos de aguas amarillas, en vehículos de doble tracción por carreteras sin pavimentar y recorridos a pie por caminos de madera en medio de la selva con aisladas construcciones habitadas por familias campesinas.
Una extensa red con el apoyo de los habitantes de la zona permite el suministro de alimentos y gasolina al campamento a través de lanchas motorizadas o vehículos de doble tracción. Los guerrilleros comen principalmente arroz, papa, pasta, carne y pollo.
Los habitantes de la región son profundamente pobres. Algunos pescan en los ríos de la zona y cultivan hoja de coca, así como productos de subsistencia como plátano. Los carteles alusivos a la guerrilla están instalados en las carreteras y en las paredes de madera de las casas.
Aunque muchos de los rebeldes son veteranos y canosos, algunos combatientes son adolescentes que apenas pasan los 16 años.
Las guerrillas y las bandas criminales de Colombia reclutan regularmente a la fuerza a jóvenes, incluidas mujeres, o los atraen con promesas de oportunidades económicas o lucha política, en un intento por controlar zonas del territorio cruciales para el tráfico de drogas y la minería ilegal de oro.
Reuters llegó hasta una explanada en medio de la selva en donde al menos cincuenta guerrilleros vestidos con traje camuflado y fuertemente armados con fusiles M4, M16, Galil, AK-47 y ametralladoras estaban agrupados después de un patrullaje al mando del comandante Ernesto Rojas, de la dirección política del frente Jacobo Arenas.
«Nosotros como Segunda Marquetalia siempre vamos a tener la disposición para buscarle la salida del conflicto por la parte política», aseguró Rojas mientras sostenía un fusil apoyado en sus piernas frente a una rústica casa de madera.
«Si no se logra dar en este Gobierno actual, siempre vamos a estar dispuestos a buscar la salida del conflicto de la manera política, sea con este Gobierno o en el siguiente, mientras haya disponibilidad por parte del Estado», concluyó.
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