Un apagón le impidió a Giraldo ver el desfile por el río Sena de las delegaciones participantes. Sus dos hijos, de 11 y 14 años, estaban pescando en el río. Yesenia, la esposa, con un cuchillo sin cabo pelaba una yuca, dos plátanos burros verdes y un boniato. «Si los muchachos pescan algo, acompañamos la caldosa con pescado. Si no, acompañamos las viandas hervidas con un pedazo de pan y refresco instantáneo. Cuando hay apagón, el deporte y las novelas las escuchamos por radio», dice Giraldo y muestra un aparato que se puede recargar al sol o funciona girando con fuerza una manivela negra.
Ese radio, un viejo televisor de tubos catódicos, una olla arrocera y un refrigerador son los bienes más valiosos de la familia. “El televisor me lo dieron como premio en una zafra azucarera. La arrocera y el refrigerador lo compramos a plazos en 2006, durante la ‘revolución energética’ de Fidel. En el campo la vida siempre ha sido muy dura. La gente emigra pa’La Habana e incluso pa’Haití, a unos 80 kilómetros de aquí”, dice Giraldo.
Y cuenta que él y su familia siempre fueron pobres. «Pero nunca nos faltaba carne de cerdo, viandas y frutas. Ahora parece que la maldición de Díaz-Canel ha contagiado al país. Las vacas, debido al hambre, no dan ni leche. Y la tierra por falta de abonos y regadíos apenas produce. Trabajé en una cooperativa de créditos y servicios, pero me pagaban 4 mil pesos mensuales que no me alcanzaban. Por eso estoy de jornalero en fincas particulares».
Jugar dominó, beber ron peleón y ver deportes son las aficiones de Giraldo. “Mi pasión es la pelota, el boxeo y el baloncesto. Guantánamo es cuna de muy buenos boxeadores como Félix Savón, tricampeón olímpico y seis veces titular del mundo (detenido en 2018, acusado de violar a un menor de edad) y Yuriorkis Gamboa, actualmente residiendo en Estados Unidos”, señala Giraldo.
A 550 kilómetros de Imías, en el municipio Ciro Redondo, provincia Ciego de Ávila, Alfredo, 29 años, lanzó improperios contra Díaz-Canel cuando cortaron la electricidad en medio de la transmisión del encuentro de baloncesto entre el Dream Team USA y Serbia. «Es una mariconá tras otra. Hasta cuándo los cubanos vamos a soportar a esta pila de singaos», comenta irritado.
Como los apagones suelen durar entre seis y ocho horas, Alfredo se sentó en el portal de su casa e intentó conversar por WhatsApp con un primo que vive en Hialeah. Pero la baja cobertura se lo impidió. «Después que se va la luz, se pierde la señal y no te puedes conectar por datos a internet. La batería de las antenas que propagan la señal pierde la carga. La única opción recreativa que tenemos en los pueblos del interior es hacer planes para emigrar o salir a robar cosechas o matar vacas, vender la carne y ganar un poco de dinero».
Ver competiciones deportivas de primer nivel le permite a muchos cubanos, hombres y mujeres, escapar de la precariedad de la vida en Cuba debido a la pésima gestión por parte del régimen de los servicios básicos y la falta de alimentos que los condena a comer una vez al día.
El avileño Alfredo es un furibundo hincha del Real Madrid. Del ‘Paquete’, un compendio audiovisual que clandestinamente circula por todo el país, copia también juegos de la MLB, NBA y NFL. “Me gustan casi todos los deportes. Si no hay apagón, puedo estar sentado frente al televisor doce o trece horas. No me pierdo los juegos del Real Madrid, el mejor club de fútbol de la historia. A veces, varios amigos nos vamos a un bar o una paladar y vemos los partidos en una gran pantalla. El fútbol te permite olvidar que no tienes comida ni dinero en la cartera. Ya no veo la pelota cubana, por su baja calidad. En los campeonatos mundiales y las olimpíadas, rezo para que pierdan los que compiten por Cuba. No tengo nada contra los deportistas cubanos, excepto Mijaín López y Julio César La Cruz que son dos chivatones. Mijaín es un abusador. En los Juegos Panamericanos de Chile le dio una galleta a un muchacho por gritar Patria y Vida. Excelente deportista, pero muy mala persona”.
Un segmento amplio de cubanos coincide con Alfredo. Quieren que sus compatriotas pierdan o tengan malos resultados porque consideran que es una forma de desprestigiar a la dictadura. Igual que en el resto de los antiguos países comunistas en Europa del Este, el deporte en Cuba es utilizado por el régimen verde olivo como propaganda, para intentar demostrar la supuesta superioridad del modelo marxista frente al ‘capitalismo salvaje’ de Estados Unidos y Europa occidental.
Para el castrismo, los escenarios olímpicos eran un frente de batalla. Ubicarse entre las diez primeras naciones del mundo, un recibimiento popular a los deportistas que ganaban medallas de oro y un encuentro con el ‘comandante en jefe’ en el Palacio de la Revolución, servía para que Fidel Castro alardeara de que Cuba, por su per cápita de habitantes, tenía mayor nivel que Estados Unidos, Canadá o Alemania.
Mientras el régimen recibió millonarios subsidios del Kremlin, financió al deporte en la Isla. Los equipos de béisbol de la Serie Nacional se conformaban en las sedes provinciales del partido comunista. Cuando las selecciones se alistaban para competir en juegos centroamericanos, panamericanos, olímpicos, campeonatos mundiales o clásicos de béisbol, Castro llegaba en su Mercedes Benz blindado a seguir cada detalle de la preparación y a dar orientaciones a los entrenadores sobre qué estrategia seguir.
El deporte era una vitrina sagrada como la salud pública y la educación. Se crearon escuelas deportivas donde las futuras estrellas ingresaban a partir de los 12 años. Cuando un deportista cubano ganaba una medalla en un evento importante, era una muletilla decir ante las cámaras de televisión que “la victoria se la dedicaba al comandante” o que “gracias a la revolución era un deportista de éxito”.
Durante años, el Estado se apropió de los premios en metálico entregados a los deportistas. La narrativa oficial decía que ese dinero serviría para sufragar gastos en la salud y reparar campos deportivos. Con la caída del Muro del Berlín, en noviembre de 1989, comenzaron las fugas de atletas de calibre. Los primeros en saltar la cerca fueron los peloteros. Luego se sumaron deportistas de otras disciplinas. Del manicomio ideológico lo mismo huía una joven promesa que una consagrada como la discóbola Yaima Pérez o el campeón olímpico en kayak Fernando Dayán Jorge.
Los primeros Juegos Olímpicos después de la llegada al poder de Fidel Castro y sus barbudos, se celebraron en 1960 en Roma, asistieron 12 deportistas cubanos y no obtuvieron ninguna medalla. A Tokio 1964 viajaron 27 atletas y solo Enrique Figuerola, obtuvo una medalla, de plata. En México 1968, Cuba obtendría 4 medallas de plata. En Münich 1972, Cuba ocupó el puesto 14 y a partir de esa olimpiada, siempre estuvo entre los primeros veinte países . En Montreal 1976 se situó en el octavo puesto, con 13 medallas, y de las 6 de oro, dos se la colgó Alberto Juantorena. Cuba no asistió a Los Angeles 1984, porque se sumó a la Unión Soviética y el bloque socialista europeo, que decidieron no asistir por el boicot que Estados Unidos hizo a las olimpiadas comunistas celebradas en Moscú 1980, donde la isla obtuvo el cuarto puesto, detrás de la URSS, la RDA y Bulgaria. Tampoco Cuba participó en Seúl 1988, pues junto con Nicaragua y Etiopía se solidarizó con el dictador de Corea del Norte.
Pero la mejor actuación de Cuba fue en Barcelona 1992: los 176 deportistas participantes consiguieron el quinto lugar, con 14 medallas de oro, 6 de plata y 11 de bronce, 31 en total. En Atlanta 1996 (25), Sidney 2000 (29), Atenas 2004 (27) y Beijing 2008, que a pesar de las 30 preseas obtenidas, marcó el inicio del retroceso, que no se notó porque los deportes de combate (boxeo, judo y lucha) maquillaban el desastre.
En Londres 2012, doce atletas cubanos subieron al podio; once lo hicieron en Rio de Janeiro (2016) y quince en Tokio 2020. Lo ocurrido en París 2024 ha sido la debacle. Cuba ocupó el lugar 32 con solo dos medallas de oro, una de plata y seis de bronce, 9 en total. Es la peor actuación en los últimos 52 años. Con la particularidad, de que los 21 atletas cubanos que compitieron por las banderas de los países donde residen, conquistaron 9 medallas, la misma cantidad que obtuvieron los 61 deportistas de la delegación oficial de Cuba.
Duele saber que muchas de las viejas glorias deportivas viven hoy en la indigencia. Varios atletas olímpicos han tenido que vender sus medallas para sobrevivir en las duras condiciones del socialismo implantado por Fidel Castro en abril de 1961. Los ex voleibolistas Abel Sarmiento y Mercedes Pomares murieron pobres y en el olvido. Cada año emigran decenas de deportistas de alto rendimiento.
En los recién finalizados Juegos Olímpicos, tres cubanos que en triple salto compitieron por España, Portugal e Italia ganaron oro, plata y bronce. Lázaro Martínez, quien compitió por Cuba, obtuvo el octavo lugar. Una muestra de la realidad: de la Isla se han ido -y seguirán yéndose- los mejores talentos, entrenadores incluidos, en todos los deportes. Lo que queda es el fondo del saco. De no producirse un cambio en el país en los próximos cuatro años, la actuación de los deportistas de Cuba en Los Angeles 2028 pudiera ser aún peor que la de París 2024.