La relación con el régimen no está marcada por el derecho y la igualdad, sino por la jerarquía de poder, bienestar y dignidad. Las condiciones de las instituciones regentadas por el régimen no han variado -véase los esperpentos del CNE y TSJ– pero sí cambió la situación política por el remezón de las primarias de la gente.
No hay condiciones de marco de un Estado que garantice la certidumbre. Es manifiesta la incapacidad de planificar la vida y los negocios, porque la arbitrariedad no lo permite: parcializado en la aplicación de la ley.
Rige aquí la civilización de los dedos cruzados. Una cultura trastocada en sus fundamentos por el imperio de la mentira y la corrupción durante un cuarto de siglo, creó la ilusión de que Venezuela se arregló, más allá de las incertidumbres vemos las brumas de un multiverso defendido por Superbigote. El atajo del milagro sobrevenido sin ninguna lógica. Una sociedad ansiosa y atacada desde todos los flancos termina evadiendo y negando la realidad y se monta en una de comiquitas. Eso es el resultado de 25 años sin alternancia en el poder, de la proscripción del contrapeso institucional, bajo la ética y la cultura de la delincuencia, de la podredumbre instaurada en la sociedad venezolana. Al despojarnos de la liturgia de nuestra cultura, estaríamos disminuidos en condiciones psicológicas y sociales para construir una realidad distinta a la que tenemos.
No podemos darnos el lujo de un borrón y cuenta nueva con la claque gobernante y su “opolaboración” complaciente que le infligieron a Venezuela un daño antropológico de grandes dimensiones. Si la materia prima está defectuosa, el producto lo estará también.
Tenemos un liderazgo del coraje legitimado y robusto, para construir líderes y ciudadanos -binomio insustituible- para el logro de una mejor Venezuela. Es lo que el destacado sociólogo Ramón Piñango denomina “liderazgo y seguirazgo”, disposición efectiva para caminar contra la corriente del río que nos arrastra.
Definamos lo que estamos viviendo, sin evasión ni negación, sino con compresión. Miramos la realidad y la enfrentamos delineando una estrategia realista que nos oriente al propósito de la libertad. En el camino iremos sanando al país de tanta degradación, miedo, desolación, heridas y dolores y acopiando fuerza moral que nos encamine al cambio.
Ante la incertidumbre totalitaria que te marca la vida y te aplasta, empeñémonos en ser capaces de establecer un Estado republicano, con sitial para la moral y la virtud; en parir una sociedad que no sea alcahueta de la corrupción. Y evitando relativismos morales bajo la falsa etiqueta del pragmatismo.
Es el momento de sembrar la piedra fundacional de esa república y recalcar sobre la importancia de ser honestos, solidarios, sin desdibujarnos, y denunciar al socialismo degradante que acaba en función de unos pocos que tienen todos los privilegios.
¡Libertad para Javier Tarazona, Emilio Negrín y John Álvarez! ¡No más prisioneros políticos, torturados, asesinados ni exiliados!