Victoria Estévez conoció por fin a alguien que veía más allá de su timidez. Durante dos meses fueron descubriendo las cosas que les gustaban y las que no, se escribieron mensajes sobre sus familias y amigos y pasearon por sus localidades en la costa caribeña de Venezuela. En un viaje a la capital en diciembre se abrazaron por primera vez.
Se dijeron que se gustaban, y para febrero lo describían como una relación.
Y después llegó el dolor de la separación.
Estévez recuerda el mensaje de WhatsApp que le escribió su nuevo novio a principios de marzo. “¿Sabes que yo te había contado que yo tengo un hermano en República Dominicana? Pues, yo me voy a ir del país también”. Era el segundo hombre seguido que la tomaba por sorpresa con sus planes inminentes de emigrar.
Nada, ni siquiera el amor, se ha librado de la incertidumbre que domina la vida cotidiana en una Venezuela en crisis, de la que millones de personas han salido en la última década. Las elecciones presidenciales de este mes acechan en el horizonte entre dudas sobre el futuro de Venezuela, y muchos se plantean emigrar, lo que trastoca la economía del país, su política y las relaciones de pareja.
Los jóvenes debaten en internet y entre ellos si merece la pena iniciar una relación, o si ponerle fin a la que tienen. Otros se preguntan cuándo es demasiado pronto o demasiado tarde para hacer la pregunta crucial: ¿te irás del país?
“¿Cómo no me había dicho que había una posibilidad de que se vaya?”, se preguntó Estevez, que se sintió desolada.
En un país marcado por la estabilidad, los noviazgos no se libran
Los últimos 11 años de gobierno del presidente, Nicolás Maduro, han transformado a Venezuela y a los venezolanos.
En la década de 2000, un aluvión de cientos de miles de millones de dólares permitió que el gobierno de Hugo Chávez emprendiera numerosas iniciativas, como proporcionar viviendas públicas, clínicas gratuitas y programas educativos.
Pero una caída global en los precios del crudo, la mala gestión del gobierno y una corrupción generalizada llevaron al país a una crisis económica, política y social que ha marcado toda la presidencia de su sucesor: los empleos con un sueldo decente escasean. El agua, la electricidad y otros servicios públicos son poco fiables. Los precios de la comida se han disparado.
El país que en su día acogió a europeos que huían de la guerra y colombianos que escapaban de un sanguinario conflicto interno ha visto ahora cómo más de 7,7 millones de personas dejan sus orillas.
El gobierno enfrenta su mayor prueba en décadas en las elecciones del 28 de julio.
Un sondeo nacional realizado en abril por la encuestadora venezolana Delphos mostraba que en torno a un cuarto de la gente piensa en emigrar. De ellos, en torno al 47% dijo que una victoria de la oposición les haría quedarse, y aproximadamente los mismos dijeron que una mejora de la economía les mantendría en su país natal. El sondeo tenía un margen de error de más menos 2 puntos porcentuales.
Pedro Requena es contable y ha visto marcharse a muchos amigos, pero la noticia se sintió diferente cuando la mujer con la que había salido durante tres meses “increíbles” en 2021 le dijo que se mudaba con su madre a Turquía. Requena, de 26 años, estaba cautivado con ella, pero estaba decidido a terminar su grado universitario y no consideró emigrar.
Aunque no había garantías de que ella regresara o de que él cruzara el mundo para verla, decidieron intentar la relación a distancia. Se levantaban temprano o se acostaban tarde para poder hacer videollamadas pese a la diferencia de siete horas. Veían películas y programas de televisión a la vez. Se escribían y escribían y escribían.
“El venezolano se adapta a todo», dijo. «La crisis te cambia”.
En efecto, los venezolanos adaptaron su dieta cuando la escasez de comida era generalizada y de nuevo cuando los alimentos volvían a estar disponibles pero eran demasiado caros. Vendieron los autos y se pasaron a las motocicletas o dejaron de manejar cuando se formaron filas de varios kilómetros (millas) frente a las gasolineras. Se aprovisionaron de velas cuando los apagones se volvieron habituales. Adoptaron el dólar estadounidense cuando el bolívar venezolano perdió su valor.
Pero ese carácter impredecible de la vida es desastroso para formar vínculos duraderos.
“Con el panorama de citas que hay ahora en Venezuela, hay como una inseguridad, o falta de seguridad incorporada en el sistema porque la gente no sabe lo que va a pasar”, dijo el doctor Amir Levine, psiquiatra y profesor de investigación en la Universidad de Columbia. La inestabilidad política lleva la inestabilidad a la relación o al noviazgo en general».
Un golpe a la confianza en un mismo
Bumble, Tinder, Grindr y otras aplicaciones de citas están disponibles en Venezuela, pero el alumno de educación Gabriel Ortiz ha utilizado una función en la plataforma de mensajería Telegram con conectar con gente que está cerca. Así encontró un hombre en octubre con el que se cruzó mensajes durante un mes antes de conocerse.
Siguieron unas pocas citas, y para cuando se preparaban para salir de viaje a pasar Navidad y Año Nuevo con sus familias, el estudiante de 18 años creía que pronto podría llamarle novio.
Intercambiaron mensajes de texto y de voz mientras estuvieron separados. Nunca se mencionó un plan de irse de Venezuela.
“Me da la noticia de que se va para Estados Unidos”, dijo Ortiz sobre los mensajes de WhatsApp que recibió en enero.
Era un domingo por la noche. El hombre se marchaba el martes, y no habría tiempo para despedidas.
Ortiz intentó apoyarle en la conversación. Las lágrimas llegaron después.
Dijo que él entiende que muchas personas deciden marcharse por los sobresaltos políticos y económicos, pero la noticia inesperada fue un golpe a su confianza en sí mismo.
“Te va creando inseguridades porque te haces preguntas a ti mismo como ¿será que no le guste lo suficiente como para que fuera sincero conmigo desde un principio?”, dijo Ortiz.
Levine, que coescribió el libro sobre relaciones “Attached”, dijo que igual que la gente debe ser clara en sus perfiles y primeras citas sobre sus expectativas de matrimonio e hijos, los venezolanos deberían hablar sobre sus planes de emigración. Nunca es demasiado pronto para preguntar.
“Permítase hacer las preguntas adecuadas y no crea que todo va a salir bien”, dijo.
Estevez aprendió esa lección por las malas. Primero la tomó por sorpresa un hombre que se fue a España, y ahora otro que se muda a República Dominicana, de modo que tiene muy claro sobre cómo sería una primera cita en el futuro.
“Lo primero que voy a preguntar es ‘¿te vas a ir del país?’”, explicó. “¡No puedes dejar todo al destino! Uno tiene que decir desde el principio ‘Mira yo me voy’”.
Una generación desilusionada
Para muchos de los jóvenes que huyen ahora de Venezuela, emigrar no era su primera opción. Primero protestaron, en la primera línea de las grandes manifestaciones contra el gobierno en 2017, cuando eran estudiantes.
El movimiento fue recibido con represión y en ocasiones fuerza letal, y no cambió nada. Maduro sigue siendo presidente, los empleos bien pagados no existen y esa generación no logró alcanzar un auto, una casa y otros símbolos de la vida adulta.
Ahora, en lugar de organizar manifestaciones, pasan el tiempo planificando viajes de ida al extranjero.
La mitad de la clase que se graduó en derecho con Kelybel Sivira ha abandonado el país, agotada, explicó, de dedicarse tanto a las protestas sólo para ver que “el país simplemente avanzó y siguió como si nada”.
Al mismo tiempo, las opciones de pareja para su generación se reducían.
Sivira, abogada comercial de 29 años, reconectó en internet con un excompañero de clase en mayo de 2021 después de que él emigrara a Estados Unidos con su familia. Sus conversaciones amistosas se volvieron románticas y empezaron a considerar una relación hacia el final de 2022.
No se han visto en persona en años. Ni siquiera saben cuándo podrán tomarse de la mano. Él vive en Estados Unidos de forma ilegal, su visa de turista fue rechazada el año pasado y sus dos solicitudes de un permiso especial para entrar en Estados Unidos están pendientes de autorización. Él se plantea seriamente regresar a Venezuela en agosto, sin importar el resultado de las elecciones. Ella no quiere que haga eso.
“Tengo miedo de que el regrese al país y diga ‘Venezuela te sigo odiando. Esto no es lo que quiero’ No quiero sentirme culpable”, dijo Sivira.
Sivira acaba de titularse en ciencias actuariales y cree que eso podría darle oportunidades en España o en otro país al que los dos pudieran mudarse. Pero incluso con el atisbo de un plan, la incertidumbre persiste.
Requena también está en una especie de limbo. Aunque él y su novia de larga distancia decidieron ver a otras personas tras un año viviendo en continentes diferentes, aún extraña a la persona que describe como su pareja ideal.
“Seguimos en contacto. Siempre está el cariño presente. Ahí terminó, pero el futuro es incierto, y con este país más”, dijo.
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