En 2008, un grupo de jóvenes desapareció del municipio de Soacha, al sur de Bogotá. Meses después, fueron presentados como miembros de grupos armados muertos en combate por el Ejército de Colombia en el departamento de Norte de Santander.
Estos hechos, conocidos como «falsos positivos», llevaron a las madres de estos jóvenes a tratar de esclarecer las circunstancias de la desaparición de sus hijos, y fueron bautizadas por los medios de comunicación como Las Madres de Soacha.
Los «falsos positivos» son ejecuciones extrajudiciales en las que civiles fueron asesinados y reportados por las Fuerzas Militares de Colombia como guerrilleros, con el fin de inflar las estadísticas de bajas en combate.
La historia de estas madres, que marcaron uno de los capítulos más oscuros de la historia de Colombia, dieron lugar a una búsqueda insaciable de justicia por parte de estas mujeres, lo que derivó en la formación de Las Madres de Soacha y del colectivo que hoy se conoce como Madres de ‘Falsos Positivos’ (MAFAPO).
El jueves 28 de noviembre de 2024, la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), el tribunal surgido tras el acuerdo de paz de 2016, presentó por primera vez los nombres de 1.934 víctimas de estos asesinatos por parte del ejército colombiano en una ceremonia de homenaje a las familias y como forma de confrontar a los sectores que niegan la veracidad de estos crímenes.
Sobre estos casos, la JEP, ha imputado a más de 100 máximos responsables del Ejército de estos crímenes, de los cuales 85 han reconocido su responsabilidad.
“Nosotros estamos luchando desde que empezó. Nosotros nos preguntamos por qué asesinaron a nuestros hijos. Yo me preguntaba por qué mataron a mi hijo. Leer en estas hojas toda la cantidad de muchachos que fueron asesinados por el Ejército Nacional de Colombia es muy triste, porque son las personas que nos tienen que cuidar a nosotros”, dijo a la Voz de América Blanca Monroy, una de las madres de los falsos positivos.
Las madres, magistrados y personal administrativo de la JEP leyeron durante una hora y 25 minutos los 1.934 nombres de las víctimas de los 6.402 falsos positivos que el tribunal especial de paz tiene registrados y de los cuales ya hay una sentencia judicial.
“Él salió de la casa con una promesa de trabajo. Me dijo que le guardara comida, que no se iba a tardar, pero nunca más volvimos a saber absolutamente nada de él”, dijo Blanca, que siente que una parte de ella se fue con él el 2 de marzo de 2008, cuando su hijo asistió a una falsa promesa de trabajo.
Blanca despidió como siempre a su hijo Julián Oviedo Monroy con el símbolo de la cruz; sin embargo, el 3 de marzo de 2008 fue presentado por el ejército como un guerrillero muerto en combate.
“Mi esposo viajó a Ocaña (Norte de Santander) a recoger su cuerpo. Cuando mi esposo llega a Ocaña, le dicen unos militares que su hijo era todo un guerrillero. De ahí para acá llevamos la lucha de saber la verdad y demostrar que nuestros hijos no eran unos guerrilleros”, agregó.
Las botas de los falsos positivos
“Ahí están las madres de los falsos positivos” o “son las botas de las madres de los falsos positivos”, diría cualquier colombiano que observe una bota de caucho con algún nombre pintado sobre sus bordes.
Las madres pintan las botas para representar y conmemorar a sus hijos, desde que conocieron en medio de las investigaciones para esclarecer por qué habían desaparecido sus familiares que los militares colombianos les ponían las botas al revés para hacerlos pasar por guerrilleros.
Así la gente empezó a distinguirlas. En cada evento o manifestación, las botas se convirtieron en una herramienta que les permitió conocer los sucesos que rodeaban las desapariciones de sus hijos.
“¿Qué representan estas cosas? Bueno, mire esta bota. Estas botas representan a nuestros hijos. Son el amor de nosotros”, cuenta Ana Páez con una bota de caucho sobre sus manos a la Voz de América.
Su hijo Eduardo Garzón Páez desapareció el 4 de marzo de 2008 y apareció asesinado el 29 de agosto de 2008, luego de ser presentado como una falsa baja en combate por militares en el municipio de Cimitarra, en el departamento de Santander.
Su nombre fue uno de los 1.934 que la JEP reveló por primera vez de estas desapariciones forzadas presentadas ilegalmente como bajas en combate por la fuerza pública durante el conflicto armado.
“Los nombres que leímos, como ustedes lo escucharon, son aquellos en los que ya la investigación finalizó, que son hechos comprobados judicialmente. Los demás seguimos en contrastación. Pero bastaría un solo nombre para deplorar lo sucedido”, dijo el presidente de la JEP, Alejandro Ramelli, a la VOA.
“Nombrarlos es honrar su memoria para que nunca más se repita esta tragedia, porque debería ser suficiente el solo llanto de una madre afligida para entender que usar las armas del Estado para atacar a ciudadanos indefensos es ilegal e inmoral”, agregó el magistrado Ramelli.
La JEP tiene una cifra exacta de 6.402 víctimas de estos falsos positivos; muchos de esos nombres aún no han sido encontrados. Pero el número podría ser aún mayor, por eso dicen estas madres que “las botas son oxígeno” para seguir buscando a sus hijos.
“Nosotras nos preguntamos por qué asesinaron a nuestros hijos. A ellos les pusieron unas botas al revés, pero nosotras las llevamos bien puestas porque es el símbolo que tenemos para seguir buscando la verdad”, concluyó Blanca Monroy.
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