El jugador del Liverpool Virgil van Dijk aplaude a los aficionados tras el partido de fútbol de la Premier League inglesa entre el Liverpool FC y el Manchester United, en Liverpool, Gran Bretaña, el 17 de diciembre de 2023. (Reino Unido) EFE/EPA/
Del histórico 7-0 que dejó el último clásico inglés en Anfield, Liverpool y Manchester United pasaron a un pulso trepidante sin goles, un asedio sin botín del equipo de Jürgen Klopp con el que cede el liderato al Arsenal y da vida a Erik ten Hag, que salvó el cargo desde un notable ejercicio defensivo.
Los 144 ataques del Liverpool, el ritmo subido de revoluciones, los 34 remates fueron un balance más que suficiente para hacerle merecedor del triunfo, pero pagó su falta de puntería. Debía responder ante la presión de cerrar la jornada, conociendo el triunfo del Arsenal, que le supera en la clasificación, y del Aston Villa, que le iguala. El traspié del City que desaprovechó.
Y no fue por falta de voluntad, encerrando desde el primer segundo de partido al Manchester United a base de centros laterales y córners. Muchos rematados con la potencia aérea de Van Dijk y Konaté que provocaron la mejor versión de Onana, portero de reflejos. Imprevisible en sus salidas por alto, como la que casi le costó un disgusto a su equipo cuando perdonó Darwin y Salah no precisó en el rechace. Inseguro en el riesgo innecesario con el balón en los pies.
Jugó demasiadas veces con fuego por la presión asfixiante del Liverpool ante un Manchester United en bloque bajo, luchador pero falto de colmillo ofensivo. Amparando todo a la aparición de Garnacho contra el mundo. Y aun así estuvo cerca en una ocasión del gol, a los 55 minutos, cuando Alexander-Arnold se disfrazó de salvador en una acción defensiva que evitó el premio a un claro plan por el contragolpe.
Superó indemne el vendaval el Manchester United en sus peores momentos del primer acto, sujetado por la figura de Varane que emergió ante los centros en el récord de su carrera de despejes. Fue un muro infranqueable el francés ante un Liverpool tan insistente como falto de eficacia. Apareció Salah siempre pero conectó muy poco con Darwin Núñez, que no tuvo el mejor de sus partidos en las lecturas finales de los ataques.
Con espacio para la añoranza de referentes en el centro del campo del United, como los ausentes Casemiro y Bruno Fernandes, carecía de explicación la presencia de Rashford en el banquillo. Más aún cuando se aceptó el intercambio de golpes y el Liverpool arriesgó en exceso, dejando espacios por donde dañarlo.
Por todas las zonas del campo aparecía Alexander-Arnold, que igual se estrellaba con su disparo en el lateral ed la red que salvaba el tanto en un derroche defensivo. La falta de socios que hablasen el mismo lenguaje de Salah, provocaron que el egipcio se lo generase él solo. Así probó la firmeza de Onana con un zurdazo.
Y lo cierto es que, por mucho dominio del Liverpool (69% de posesión) y la infinidad de remates por encima de su rival, el partido pudo caer hacia cualquier lado de la balanza porque fue Hojlund el que perdonó la más clara. Tras la brillantez en el pase de McTominay para toparse, escorado, con Alisson haciéndose grande para tapar espacios en el uno contra uno. El primer y único remate a puerta del Manchester United le pudo dar el triunfo.
Nunca lo sintió tan cerca el Liverpool. Ni en el error de Luis Díaz, al que le encimaron cuando lo tenía todo a placer para provocar el error, con el disparo de Konaté, la subida bien terminada de Joe Gómez ni el último testarazo, de Gapko, cerca de la escuadra. Ten Hag había se agarra al cargo con el primer empate de la temporada del Manchester United. EFE