Esta época suele ser un camino de recuerdos. Los míos sobre mi madre, en realidad no me pertenecen. No pude conocerla, pero me doy cuenta que me dejo muchos regalos. En su corta existencia, bordó abanicos de amor, tejidos con esmero, para sustituir su presencia. Sus hermanas y hermanos, se encargaron de brindármela. Presencia a raudales, como los arroyos y afluentes, que nunca han abandonado nuestro portentoso Orinoco.
En su mesita ausente, siempre había algo por buscar. La abuela nos abastecía con su amor. Amor diario, de pequeñas cosas. Cosas humildes, entregas de felicidad, guardadas en este cofre, desbordado de recuerdos, de gratitud, de añoranzas por aquellos encuentros, que la navidad propiciaba, con una extraña rutina de deseos, pidiendo a Jesús, su nacimiento rápido otra vez, para volver a recibir los regalos de mi madre.
Aquella ofrenda era un rito familiar. Sus dos hermanos y su padre, me ofrecieron su nombre.. Su hermanas, todas cortadas por la misma tijera de la humildad. Serviciales, honestas, intachables: trabajadoras, ingeniosas, lucidas. Los valores familiares, defendidos siempre con especial firmeza.
Mis tios Luises, vinieron al mundo a entregar su inteligencia y su talento a toda la sociedad. Fueron ciudadanos ejemplares. Destaca en ellos su constancia para el bien común. Nos dejaron esa herencia y agradezco y sigo escuchando sus consejos. Son esos numerosos regalos de mi madre.
Tempranamente mi abuelo nos forjó en ese mismo camino de bondades y afectos, que resume a cada vástago. Ya sola mi abuela, enfrentaba bajo un mismo techo las dificultades normales de una vida en pueblo alejado de las grandes capitales, pero muy cercano a las bondades de Dios. Dos hermanos, sostienen los mismos preceptos, multiplicados por numerosos primos que tambien asumieron ese rol y una esposa con sentimientos hermosos, bellos pajarillos, que a cada segundo revolotean en mi alma.
Ahora también tengo una hija. Creo que se parece mucho a mi madre. Mis hijos puedo asegurar que heredaron a los Luises. Esos valores de responsabilidad social, tesoro en esta situación actual. Ellos también pertenecen a ese cofre, que ahora cuento a propósito de estas fechas, labradas en nuestro calendario religioso, de espera ansiosa y voluntaria.
La navidad es virtuosa, nos permite volver a los recuerdos, a reconstruir con las personas amadas, un camino infinito, bello, con mucha luz, con los regalos en el pesebre y en el corazón. Cada uno tiene su cuento de navidad, no famoso, – como el de Dickens-, pero sí rescatando la esperanza de los niños, que seguimos siendo, recordando siempre el rinconcito de la madre, guardado con especial afecto, para estos momentos, apartándonos, aunque sea por unos segundos de las perturbaciones. El creador enmendará los caminos torcidos.