Armando Martini Pietri @ArmandoMartini
La privación de identificación por motivos políticos emerge y socava los cimientos de la diversidad e inclusión. La política, en su esencia, significa proteger las diversas identidades que componen la nación. Sin embargo, observamos cómo se convierte en arma letal que niega y desfigura.
La negación de identidad no es nueva, y en la era de la globalización y conectividad instantánea, sus ramificaciones adquieren una dimensión amplia y profunda. Advertimos casos en los que grupos políticos, étnicos, culturales o religiosos son marginados, despojados de su identidad por regímenes que buscan imponer una narrativa homogénea y simplificada. Lo que plantea incógnitas sobre la naturaleza misma de la democracia y defensa de los Derechos Humanos.
La supresión de lenguas y tradiciones culturales, con la imposición de un idioma único en detrimento de las minoritarias es una pérdida cultural, una forma de negar riqueza y diversidad de una sociedad. La multiplicidad lingüística es un reflejo de la variedad, y su exterminio, un atentado contra el patrimonio inherente de la comunidad.
La persecución de minorías, es atrocidad históricamente perpetrada contra grupos específicos con la finalidad de negarles su herencia, ideas y comportamiento social, en aras de forzar su asimilación. Existen ejemplos de segregación y violaciones de los Derechos Humanos que afectan comunidades enteras, privándolas de su identidad y autonomía.
El Apartheid en Sudáfrica, políticas basadas en la raza, que separaban a la población negra, de origen étnico y mestiza, de los blancos, cuyo resultado fue, la privación de los derechos básicos, acceso desigual a los servicios públicos y semejanza negada para los africanos negros. El genocidio de los Rohingya en Myanmar, asesinatos masivos, transgresiones, incendios de aldeas y desplazamiento forzado. La trata de personas y esclavitud moderna en sectores como la agricultura, industria textil y prostitución, comunidades marginadas y vulnerables, son víctimas del tráfico de almas y vasallaje; privadas de su libertad, les niegan derechos primordiales y se les explota sin piedad. El desplazamiento forzado de los pueblos, es quebrantamiento de los derechos territoriales, al ser desplazados de sus tierras ancestrales, privando identidad, conexión con la tierra, independencia y bienestar general.
Existen leyes que excluyen minorías, negando derechos como la libertad de culto, participación política o acceso a la educación. Legislaciones que perpetúan exclusión y marginación, afectando profundamente a las comunidades.
En el centro de este fenómeno, la instrumentalización de la política para negar identidad revela una realidad inquietante: la lucha por el poder a menudo se traduce en la negación de la diversidad. Los dirigentes políticos, en lugar de abrazar la multiplicidad de voces y perspectivas, optan por un enfoque unificador que, resulta en la eliminación de aquellos que no encajan en la narrativa dominante.
La ausencia de identidad por razones políticas no solo afecta a los individuos implicados, exiliados voluntarios u obligados, también a los ciudadanos presos y desterrados, a los que tienen órdenes de aprehensión activas en su contra, a quienes les fueron anulados su pasaporte, son apátridas, y perseguidos políticos. Lo que debilita el lienzo social en su conjunto. La fortuna de una sociedad reside en su capacidad para celebrar, respetar la pluralidad, fomentando un ambiente en el que se pueda coexistir y contribuir.
La superación de este desafío, requiere de un esfuerzo colectivo para promover la comprensión mutua, tolerancia y respeto por las diferencias. La política, no es instrumento de negación, es un medio para la construcción de sociedades inclusivas que valoren y protejan la diversidad en todas sus formas. Solo entonces, podremos aspirar a un futuro en el que la identidad de cada individuo sea respetada y celebrada, independientemente de las consideraciones políticas.
Cualquiera puede ser objeto de persecución política, calumniado por elaboradas infracciones y evidencia sembrada, violando normas y procesos, que, bajo amenaza de brutalidades, obligan inculparse, confesar delitos no cometidos e incriminar a personas. Valerosos pagaron prisión sin juicio, traslados de mazmorras, maltratos, separación familiar, persecución e incluso cárcel para sus familiares.
Lo que en democracia es un derecho, en regímenes dictatoriales es motivo de ergástula. Ruines y opresores envían a sus adversarios a la negación de identidad.
@ArmandoMartini