Orlando Viera-Blanco @ovierablanco
No sólo el malvado huye hacia adelante. Quien escapa lo hace en cualquier dirección. Lo notable es la voluntad de abandonar, de escabullirse y de embestir. Quienes creemos en la “naturaleza de las cosas” al decir de Epicuro, creemos que la condición natural del hombre es estar “en el jardín de la vida en el huerto de la felicidad, que es el amor por la paz, por la libertad”.
Al igual que Michel de Montaigne creo en el amor fati (“amor al destino”), como Nietzsche 300 años después: “La vida tiene sentido si se entiende la existencia como un tiempo para hacer efectiva la libertad del ser humano”.
No son los Dioses quienes, por estar muy ocupados en su tranquilidad y superioridad, nos resolverán nuestros desafíos mundanos. De nada ni de nadie huyen los justos porque nada temen, y no temen porque creer fervorosamente en la justicia y en la verdad, eleva a un vuelo alto que hace ver pequeños a quienes merecen un castigo. La huída-cobarde y cínica-está destinada a quienes mal obran, amenazan, cabalgan sobre la mentira y han hecho de la justicia, una tarifa. Y se irán…
Creo en mis capacidades, sin embargo…
«La experiencia nos enseña a vivir cuando nuestra vida ha pasado». (Michel de Montaigne) Era precisamente esa forma humana de tranquilidad (Epicuro la llamó ataraxia) lo que Montaigne buscaba en la vida: paz, tranquilidad, libertad. Por ello se retiró de la vida pública. Pero no se dedicó al ocio sino a recoger hermosas y contundentes ideas sobre el valor superior del hombre como lo es la amistad. “La amistad baila alrededor del mundo, anunciándonos a cada uno de nosotros que deben despertar a la felicidad”.
Si algo no le es ajeno a la naturaleza de las cosas, es alejarse de todo aquello que infrinja dolor. Y qué mejor forma de hacerlo que alrededor del remanso amistoso. En esa virtud reposa la paz y la estabilidad, mientras que la violencia y la hostilidad, aunque de apariencia “afanosa, dominante y fuerte”, siempre es efímera y perecedera. Los pueblos también buscan ser amistosos antes que ser revolucionarios. A lo primero lo mueve el apego. A lo segundo el odio.
Los animales por intuición se apartan de riesgos inminentes. Escapan, se recogen, se ocultan o se van. Los seres humanos se apartan del dolor racionalmente, inundados de miedo e incertidumbre. Algunos huyen del mal. También forma parte de la naturaleza de las cosas. Pero vencer el miedo a la muerte, al castigo, al rechazo o las carencias contra el injusto o el tirano, es actuar con los cinco sentidos. La tiene difícil quien huye del bien, de la justicia, porque la verdad y la razón son inagotables, imperecederas, tercas, tenaces, por lo cual del [bien] jamás podrán escapar. Entonces volvemos al salto de mata. No debe temer ni sentirse derrotado, mucho menos incapaz, aquel que exhibe talento, agilidad y atrevimiento frente al opresor, o simplemente a un destino hostil, porque al final la maldad siempre escapa y el hombre bueno se queda aferrado a un destino sin dolor.
“El hombre no es nada más que lo que la educación hace de él”. (Immanuel Kant). Los mal educados no saben lo que les pasa y eso es precisamente lo que les pasa» parafraseando a Ortega y Gasset. Es sabio asumir actitudes cónsonas “a la curación del alma” que resignarse al sufrimiento, al escepticismo, a la sospecha o la desconfianza, porque ignorar lo que nos pasa hace que nos siga pasando. ¿Y qué nos pasa? Que aún no lo sabemos o pretenderlo no saberlo.
Nos decía Montaigne: “Si preguntáis a la Filosofía de qué materia es el cielo y el sol, ¿qué os responderá ella sino de hierro o, de piedra, o de estofa, según nuestra costumbre? No es ver la botella medio llena o vacía. Tampoco ver la vida o el destino dependiendo del cristal a través del cual se le mire. El tema no es asumir una postura costumbrista que es la más común y ociosa. Lo meritorio es ver la botella [llena o vacía], es ver la vida, es ver la libertad, y reconocer que existen, que nos corresponde, que nos hace feliz porque somos capaces de no ser esclavos y derrotar nuestra decepción. Entonces llenamos la botella y la vida, permutando ocio por talento, sagacidad y atrevimiento. Y sólo el hecho de “llenar” nos hace libres.
Machado no ha sido inhabilitada
Una decisión espuria e injusta mal puede convertirse en un acto de inhabilitación. El análisis no es sólo hermenéutico o jurídico. Es profundamente ético y espiritual. Quien embiste por saber que atropella y arruina el huerto de la vida, de la verdad, no merece nuestra huida, nuestro retroceso, un salto al nihilismo, a ver el cielo rojo y encendido. Eso es lo que buscan los malvados que embisten.
La comprensión de la justicia no pasa por nuestro aplastamiento. La imposibilidad de alcanzar un castigo justo al agresor o una absolución al inocente, no nos debe conducir al miedo sino al compromiso por la verdad [Aristóteles] como vehículo de la paz y la convivencia en las polis [Platón]. Tampoco podemos acreditarles a los verdugos, la muerte de nuestras capacidades y anhelos. Es ese el proceso de desmoralización impertérrita a los que someten los regímenes totalitarios a quienes buscan el sosiego necesario para una vida feliz, próspera y honrada.
No se trata de negar los derechos a Machado. Es negar el derecho a una gran mayoría de venezolanos que queremos recuperar nuestra condición ciudadana, fatigados de violencia, despojos y desplazamientos. Una vida placentera es una vida civilista, cívica, realmente republicana. Quién ha tomado un camino incorrecto no es Machado, o la oposición, o la plataforma unitaria, los mediadores o los aliados internacionales que desean restablecer la democracia en Venezuela. Quienes huyen de la verdad son quienes le temen al bien, a la libertad, a la vida del capaz, arremetiendo con forjamiento porque saben que la deben y pagarán por ello.
María Corina al igual que Montaigne, no es Epicúrea. No se chupa el dedo. Si que destila amor por un destino y la tranquilidad de entrambos. Si que apuesta a la amistad, sin renunciar al decidido esfuerzo por las cosas. Y ama la política como servicio y conductor del bienestar de un pueblo amistoso. Ese valor es invencible. María Corina no soltará las barras de su lucha, que es la de todos los venezolanos que estamos empeñados en un destino bueno. María Corina va por una nueva era en Venezuela, no por un momento de gloria, sino por una nueva etapa luminosa, virtuosa, generosa, apegada a las capacidades de un pueblo, que lo han llevado a creer que está perdido y vencido. Y no lo está.
La sentencia de la Sala Político-Administrativa del Tribunal Supremo de Justicia no existe porque mal puede existir aquello que irrumpe en la naturaleza humana, infringiendo ansiedad, apariencia y un sensible desprecio por la verdad. La verdad es que llevamos lustros de conflictos, de lucha de clases, de género, de despojos, de irrespeto a las libertades civiles y políticas, a los DDHH; de negación a vivir amistosamente. La verdad es que nos han hecho creer que nos merecemos los que nos pasa [o lo que no nos pasa], que somos paja y desecho, llevando a unos al cementerio, a otros a la resistencia o el exilio, embriagados de la mentira más profunda y la miseria más inmerecida a pesar de haber tenido un pasado redimido.
La verdad es que hace mucho tiempo nos han inhabilitado peligrosamente. Pretender que no es con nosotros o no darnos por enterado es decretar el fin de nuestro derecho de ser felices. Volviendo con Nietzsche, la vida es demasiado breve para aburrirnos…con botellas vacías. Si así lo vemos, emerge victoriosa “la furia bolivariana” convirtiendo un jardín llamado Venezuela, en lodo, oscuridad y espinas. Cuidado con el placer morboso de ver la catástrofe como la virtud del tirano, que nubla nuestros sentidos y nos hace creer que jamás volveremos a comer delicioso, satisfacer deseos o eliminar el dolor, convencidos que los malvados son más poderosos que los decentes. Es la negación de la felicidad y el reconocimiento como incapaces de aspirar a la vida, la razón y la redención, exacerbando la desconfianza grupal. Y dejamos de ser un pueblo glorioso para ser un pueblo infeliz y subyugado.
La eliminación completa de toda esperanza
No me declaro Epicuro, pero tampoco estoico. No renuncio a mi derecho a visualizar y luchar por un mundo ideal. Creo en Dios, pero también creo en mí, en nosotros, en nuestra fuerza emancipadora. Creo que la felicidad más depende de cada uno, que de encender una vela a la virgen. Igual elevo una plegaria ante todos los Dioses porque cura e ilumina el alma. Pero no les pido llenar la botella. No busco convencer a los escépticos. Sólo les pido que dejen el ocio y siembren el huerto…Es creer en un pasado republicano sin embriagarnos del culto bolivariano o tierra de gracia. Dejémosle descansar en paz. Es sembrar credibilidad.
Y lo reza la biblia: “Mas yo como si fuera sordo no oigo; como mudo que no abre la boca, soy pues como hombre que no oye y en cuya boca no hay reprensiones […] Así los que se alegren o bajen la cabeza frente a la caída del otro, “no se alegren de mí cuando mi pie resbale, no se engrandezcan sobre mí en la caída”, porque el que pronto resbalará y caerá, será aquél que de su boca y sus oídos, salen y se escuchan reprendas.
Son momentos de mucho sosiego. La política no es epicúrea, ni ecuménica, ni metafísica sino realista, es decir, ni sublime, ni total, sino sensata y cabal. La política es sabia cuando se practica con seriedad y sin mezquindad. No la demos por inhabilitada. No te dejes inhabilitar. No nos alegremos cuando su pie resbale ni por aquellos que se engrandecen sobre su caída, porque el que resbala y cae, también eres tú.
Levantémonos por amor a nuestro destino… a salto de mata, que es emancipación, que es libertad. Los idiotas son ellos…y quienes le colaboran.
@ovierablanco