Raphael Lemkin dedicó su vida a conseguir que el genocidio fuera considerado un crimen internacional.
Winston Churchill lo llamó en 1944 “el crimen sin nombre”.
Por BBC Mundo
Y es que no existía un término, una palabra, para expresar la gigantesca y enorme barbarie que los nazis cometieron contra el pueblo judío, que según los cálculos se saldó con el asesinato de seis millones de hombres, mujeres y niños.
Dos de cada tres judíos que se contaban en Europa antes de la II Guerra Mundial fueron exterminados.
Sólo en agosto, septiembre y octubre de 1942, los nazis perpetraron cada mes alrededor de medio millón de asesinatos de judíos, es decir, mataron cada día a 15.000, según un estudio publicado liderado por Lewi Stone, profesor de Matemáticas en la Universidad de Tel Aviv.
Sin embargo, no había un vocablo con el que denominar a esa matanza contra un colectivo realizada de manera sistemática e industrial, algo desconocido hasta entonces.
“Ocurrió algo sin precedentes, aterrador”, en palabras del historiador israelí y experto en estudios sobre el Holocausto, Yehuda Bauer.
“Por primera vez en la sangrienta historia de la humanidad, en un Estado moderno, en el centro de un continente civilizado, se puso en marcha una decisión cuyo objetivo era localizar, registrar, marcar, aislar de su entorno, desposeer, humillar, concentrar, transportar y asesinar a cada uno de los miembros de un grupo étnico”.
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