No solo las familias de los presos políticos en Cuba son rehenes de la dictadura. También el 90% de la población en la Isla está secuestrada por el régimen de La Habana. Padres como Wilber Aguilar, quien tiene a su hijo Walnier, discapacitado intelectual, sancionado a 12 años de prisión tras las protestas del 11J en el barrio pobre y mayoritariamente mestizo de La Güinera, al sur de la ciudad, esperan con impaciencia su excarcelación.
Familiares del artista visual Luis Manuel Otero Alcántara y del músico urbano Maikel Osorbo desconocen cuándo serán liberados. “No somos optimistas. Los guardias en la prisión donde se encuentran recluidos Luisma y Osorbo, ha corrido la voz que debido a la inclusión, de nuevo, de Cuba en la lista de países terroristas se pararon las excarcelaciones”, dijo a Diario Las Américas un pariente de Otero Alcántara.
El típico chantaje. Ya la dictadura se quitó la careta. El mensaje de ida y vuelta a la Casa Blanca y la UE es escueto: si quieren que liberen a los presos políticos, tienen que darnos algo a cambio. Las autoridades cubanas actúan como un vulgar delincuente que secuestra a una persona. De un golpe se vino abajo el relato del régimen donde alegaban que la excarcelación de los presos político era una decisión soberana y no una negociación con la administración de Joe Biden.
Siempre fue igual. Las revoluciones comienzan como un acto de justicia social y terminan convertidas en tiranías. Desde la revolución francesa de los jacobinos de Robespierre, a la rusa liderada por Lenin y la cubana de Fidel Castro. Esos procesos se inician promulgando medidas populares a costa de confiscar las propiedades y negocios de la burguesía. No les tiembla la mano para guillotinar o fusilar a los ‘enemigos de clases’.
Era de buen gusto en la Francia del siglo XVIII pasear orgullosos con la cabeza de la reina María Antonieta por las calles de París. Los bolcheviques asesinaron en secreto a la familia Romanov y así desaparecer cualquier rastro de monarquía zarista. Y después que Fidel Castro tomó el poder a punta de carabina, mientras aseguraba que no era comunista y prometía elecciones democráticas, fusiló a cientos de cubanos tras juicios sumarios sin garantías legales.
Para sostenerse en el poder enarbolan la narrativa de igualdad, justicia social y prometen un supuesto paraíso de obreros y campesinos que termina en una sociedad colectiva plegada a los designios de un dictador. En nombre del comunismo instituyen la pobreza socializada. Todos, en apariencia, somos iguales. Pero la casta en el poder vive como auténticos potentados.
Gracias a la maquinaria propagandística que vende como churros consignas y a los temidos servicios de Seguridad del Estado que protege su ideología implementando el miedo en la sociedad, se pueden sostener en el tiempo. En las naciones dictatoriales, a falta de elecciones libres, el termómetro que mide el descontento es la emigración. Las autocracias como las de Cuba, Nicaragua y Venezuela, provocan que millones de hombres y mujeres de todas las edades huyan del absurdo manicomio político a cualquier país donde se respeten las libertades fundamentales.
Sus tácticas para mantener el poder son detestables. Prohíben la prensa libre y manipulan las elecciones. Infunden el miedo en los ciudadanos. No solo quieren que los apoyen, también que los aplaudan. En países que aplican a rajatablas el absolutismo, como Cuba, el Estado se encargaba de entregarte una muda de ropa al año, siete libras de arroz, cinco huevos y medio kilogramo de pollo. Ahora ni siquiera eso.
Cuando la Isla fue subsidiada por la antigua URSS, desde un ventilador hasta una lavadora lo concedían las autoridades a los trabajadores. Del régimen dependían los ‘premios’, fuera una estancia en la playa o una fiesta pública. Y si te oponías, eras castigado con actos de repudios o sanciones penales.
Las dictaduras de corte comunista justifican cualquier atropello en nombre de la lucha de clases. No les importa fusilar a sus opositores y respaldar a grupos terroristas como Hamás o Hezbolá siempre y cuando peleen contra el mismo enemigo. Como método de lucha han utilizado, entre otros, el secuestro de aviones, tráfico de drogas, robos en bancos, atentados en lugares públicos o la utilización de la ciudadanía como cobaya.
A partir de la década de 1960, Fidel Castro recurrió a los presos políticos como moneda de cambio para obtener beneficios económicos y políticos. Luego se amplió la estrategia a la población que recibía dólares de sus parientes en Estados Unidos. Esgrimiendo la teoría de Robin Hood, de supuestamente quitarle a ‘los ricos’ para repartir entre ‘los pobres’, Castro instauró un esquema de recaudación de divisas que a día de hoy es la única industria que funciona en Cuba.
Mientras las fábricas se descapitalizan y las cosechas agrícolas han caído entre un 60 y 90 por ciento en comparación con cinco años atrás, GAESA, el holding militar que controla las divisas, es dueño de más de 60 mil habitaciones de hoteles, cientos de gasolineras, agencias bancarias y una flota marítima que transporta combustible. Según fuentes fiables, han invertido más de 22 mil millones de dólares en la construcción de hoteles en los últimos 18 años, a pesar de la feroz crisis económica y que el 89% de la población vive en la pobreza.
¿Cómo la dictadura mantiene de rehén al ciudadano común?, le pregunté a un ex funcionario de CIMEX, empresa militar. “Hasta 1989, con la caída primero del Muro de Berlín y posteriormente de la URSS, el disparate revolucionario de Fidel Castro era subvencionado por Moscú y el campo socialista en un 90 por ciento de sus transacciones comerciales. Con la caída del comunismo en Europa del Este, se diseñó el actual modelo donde las remesas familiares son claves para sostener la maquinaria gubernamental».
«Pero con la llegada de Hugo Chávez a Miraflores y hasta 2018, Venezuela proporcionó a Cuba cientos de miles de millones de dólares y no menos de cien mil barriles diarios de petróleo. Recursos que se despilfarraron o se robaron debido a la corrupción imperante. Te doy un dato. Cuba llegó a ocupar en esos años el puesto número 35 del mundo como vendedor de combustible, reexportando una parte del petróleo que le regalaban Chávez y Maduro. Por falta de transparencia y controles ese dinero se esfumó. Al igual que el dinero que se obtiene por la exportación de servicios médicos, que en algún momento fueron 11 mil millones de dólares anuales».
«Esos dólares no se utilizaron para desarrollar la agricultura, mejorar la infraestructura pública y construir viviendas. GAESA y los que manejan el poder se apropiaron de ese dinero. Con el recrudecimiento de la crisis multisistémica y la llegada de la pandemia, los servicios básicos del país han colapsado. Al igual que las industrias, la agricultura, la ganadería y la pesca. No funciona nada. La única entrada de divisas es ordeñar a los emigrados y apropiarse del 80 por ciento del salario en dólares de los médicos que prestan misión en el extranjero”, concluye el ex funcionario de CIMEX.
Parte de ese dinero usurpado a los cubanos ha servido para que pesos pesados de la dictadura, parientes y sus allegados abran negocios en la Isla y pasarelas de comercio electrónico donde venden alimentos en dólares para que nuestros compatriotas en el exilio les envíen a sus familiares. No solo los presos políticos son rehenes de la dictadura. Los emigrados que envían paquetes de alimentos y bienes a sus parientes en Cuba también lo son. En su etapa final, las revoluciones terminan involucionando. Se devoran a sí mismas.