En el sur del Líbano, la bandera amarilla de Hezbolá ondea sobre un enorme montón de escombros que en su día formaron parte del antiguo mercado de Nabatiye. En el este del Líbano, las brozas también marcan el lugar donde una vez estuvo un edificio histórico cerca de las antiguas ruinas de Baalbek.
Desde que Israel y Hezbolá cesaron el fuego el miércoles, la gente ha estado haciendo balance de la devastación en amplias zonas del país golpeadas por los ataques israelíes, desde los suburbios del sur de Beirut hasta la región fronteriza meridional y el valle de la Bekaa.
En Baalbek, en el valle de la Bekaa, cerca de la frontera con Siria, la casa de Hamza al Outa era uno de los doce edificios destruidos en un solo barrio. De los montones de escombros y mampostería rota asomaban fierros retorcidas.
«Estos edificios se pueden reconstruir. No son importantes. Pero nuestros seres queridos, amigos, vecinos, compañeros, la gente. La patria ha sido destruida», dijo, parado frente a una zona del suelo con profundos agujeros.
El Ejército israelí ha afirmado que sus ataques en la zona de Baalbek iban dirigidos contra Hezbolá, el grupo libanés fuertemente armado que había estado intercambiando disparos con Israel durante casi un año, hasta que Israel pasó a la ofensiva en septiembre, atacando en todo el Líbano.
Al igual que el sur de Líbano y los suburbios del sur de Beirut, Baalbek es una región predominantemente musulmana chií, y Hezbolá tiene una gran influencia política en la zona.
Los ataques israelíes mataron a 940 personas e hirieron a otras 1.520 en la región de Baalbek-Hermel, dijo Bachir Khodr, su gobernador. Esto supone casi una cuarta parte del número de muertos en todo el país anunciado hasta ahora por el gobierno libanés.
Khodr agregó que Israel había lanzado 1.260 ataques aéreos en la provincia.
Baalbek es conocida por sus antiguas ruinas romanas, declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Se espera que funcionarios del Ministerio de Cultura libanés inspeccionen los daños la próxima semana.
Un ataque israelí destruyó un edificio de la época otomana conocido como al-Manshiya, a unos metros de las ruinas.
Outa poseía una cocina a gran escala junto a su casa que, según dijo, servía para grandes eventos y funcionaba como comedor social para los pobres durante el mes de ayuno islámico del Ramadán, alimentando a 2.500 personas al día. «¿Hay cohetes en esta cocina?», dijo mientras revisaba los daños.
Un hombre rescató un bolso de un computador portátil y una mochila del maletero de un coche destruido. «Con esto fabricamos cohetes», dijo sonriendo sarcásticamente mientras, de pie sobre los escombros, alzaba las bolsas para que las vieran los periodistas.
«Todo se perdió»
Khodr, el gobernador, dijo: «Estamos sanando la herida (…) la tristeza prevalece en esta zona».
«Tenemos cientos de edificios destruidos (…) la gran cuestión que preocupa a la gente es el tema de la reconstrucción: hasta ahora no tenemos nada claro al respecto», afirmó. Se espera que el Gobierno haga «lo que sea necesario», añadió.
El Banco Mundial, en una evaluación preliminar, calculó que más de 99.000 viviendas han sufrido daños totales o parciales, con un costo estimado de 2.800 millones de dólares. Es una factura que el Estado libanés, aún conmocionado por el colapso del sistema financiero local hace cinco años, no puede permitirse pagar.
En Nabatiye, en el sur del país, Jalal Nasser fumaba en pipa de agua sentado entre las ruinas de su cafetería, y afirmaba que tuvo una «sensación indescriptible» cuando regresó y se encontró con los daños causados a su negocio.
Pero a pesar de ello, alabó lo que describió como «la victoria», afirmando que «seguimos en pie».
Hassan Wazni, director del hospital de Nabatiye, dijo que partes de la ciudad estaban irreconocibles debido a la destrucción. Su hospital recibió unos 1.200 muertos durante la guerra, añadió. «Nabatiye es totalmente diferente. Es muy triste. Nos sentimos conmocionados por todo», dijo por teléfono.
Nubes de polvo se levantaban mientras Omar Bakhit, un sudanés que vive en Nabatiyeh desde hace 21 años, recogía trozos de mampostería rota con sus propias manos.
«Todo está destruido, la casa y las cosas, como pueden ver», dijo Bakhit. «Todo se perdió».
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