El autor del libro Vita di Gesù Cristo, el sacerdote y arqueólogo bíblico italiano Giuseppe Ricciotti, reunió información histórica y concluyó que lo más probable es que la ejecución se hubiera producido el equivalente al 7 de abril del año 30
El Nacional & Catholics of Mary
Dejando de lado consideraciones religiosas, hay poca controversia sobre la existencia de un hombre llamado Jesús hace 2.000 años, en lo que hoy conocemos como Israel.
También se reconoce que Jesús era un judío disidente que eventualmente lideró un grupo de seguidores, sus acciones resultaron en conflicto con el Imperio romano.
Por ello, en vísperas de la Pascua o Domingo de Resurrección, fue finalmente condenado, torturado y crucificado, una forma común de ejecución en ese momento.
Después de su muerte, sus seguidores propagaron sus enseñanzas, marcando el inicio del mito, la religión y la teología.
Esta transición fue en gran parte facilitada por Pablo de Tarso, un influyente escritor de la época, pionero de la Iglesia cristiana y autor de varias escrituras que se incluyen en la Biblia.
En la década de los 50 del primer siglo, aproximadamente 20 años después de la muerte de Jesús, Pablo escribió siete cartas que han perdurado a lo largo de los años. Estas cartas reflejan un cambio de enfoque hacia el Jesús de la fe en lugar del Jesús histórico.
Por lo tanto, es evidente que, más allá de su dimensión religiosa, Jesús fue visto como un condenado político. Su muerte tuvo connotaciones políticas significativas, dada la estrecha relación entre religión y política en ese contexto, especialmente en cuanto a su liderazgo popular.
El relato de la crucifixión y muerte de Jesús, aunque impregnado de simbolismo religioso, se basa en prácticas de ejecución comunes en la época romana. La crucifixión no era una rareza y se aplicaba a aquellos considerados enemigos del Estado romano.
Los Evangelios relatan las últimas horas de Jesús, aunque algunos detalles históricos son cuestionables. La narrativa de un largo proceso de juicio y traslado antes de la crucifixión es discutible, dado el contexto político y religioso de la época.
Jesús, durante su ministerio, proclamó un reino fundamentado en la justicia, la paz, la comensalidad y la igualdad. Sus enseñanzas desafiaban el orden establecido y las autoridades romanas lo percibían como una amenaza.
La crucifixión de Jesús fue un acto de violencia extrema, común en el contexto romano. Se caracterizaba por una agonía prolongada y una muerte lenta, causada por la exposición y la asfixia progresiva.
La crucifixión no solo implicaba la ejecución del condenado, sino también torturas previas, como la flagelación y la coronación con espinas, destinadas a infligir el máximo sufrimiento físico y humillación.
Aunque hay discrepancias sobre los detalles precisos de la crucifixión, es evidente que fue un acto de brutalidad y violencia sistemática por parte de las autoridades romanas.
En cuanto al destino del cuerpo de Jesús después de la crucifixión, la evidencia histórica sugiere que los crucificados generalmente no eran enterrados, sino dejados a la intemperie para ser consumidos por animales carroñeros. Esta práctica era común y no se realizaban entierros formales para los crucificados, lo que desafía la narrativa religiosa de un entierro y posterior resurrección de Jesús.
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