Posee una fábrica de espaguetis, una granja de cocodrilos y una emisora de radio local, La Voz del Bayatabo. Otro de sus atractivos es un viejo taller que produce guitarras y violines. Como la mayoría de los municipios de la Isla, Minas está en horas bajas.
La gente emigra, sus producciones agrícolas decrecen y el ganado vacuno es robado y despedazado por bandas de matarifes que luego venden su carne a precio de oro en el mercado informal. La crisis económica ha provocado que cientos de jóvenes se escuden en el alcohol y las drogas para escapar de los apagones y la falta de futuro.
Siempre fue un pueblo afable con el forastero, también era seguro. “La gente dormía con la puerta sin pasarle el pestillo. No había tantas rejas como ahora. A nadie le pasaba por la cabeza robarle a un vecino. Los únicos sucesos memorables fue la destrucción que provocó un ciclón en 1932 o los chismes pueblerinos cuando un enamorado raptaba a la novia y se iba a vivir con ella. Hace treinta años nadie mataba una vaca. Mucho menos a un niño”, dice Yasmani, residente en la zona.
La semana pasada, Minas fue noticia por un crimen atroz. Aliesky Martínez Ferrer asesinó a su hijo de cinco años y en la fuga agredió y violó a una mujer embarazada. Cuenta Yasmani que antes de ser detenido, «Aliesky entró a una unidad policial e hirió con un machetín a un guardia. Se rumora que el policía estaba con su ex mujer. Tras la pelea, recibió un disparo, pero logró escapar”.
Fue atrapado en una redada realizada en el barrio Sebastopol. El suceso conmocionó a la comunidad. “Es una espiral indetenible de violencia. Maridos que golpean a sus mujeres. Robos de animales y cosechas a los guajiros. Gente que te asalta para quitarte el dinero, una prenda o el teléfono móvil. Y ahora este crimen. Si las autoridades no le ponen freno a la violencia el país va a convertirse en un matadero”, dice Yasmani.
El año pasado, según plataformas independientes como Yo Sí Te Creo y el observatorio de género Alas Tensas, se reportaron 89 casos de feminicidios. En 2024 se registran 51 víctimas de violencia machista, la tercera tasa más alta en la región detrás de Honduras y República Dominicana. Y se han documentado las muertes de ocho niños (feminicidios vicarios) asesinados por sus padres desde 2019 hasta la fecha.
Los crímenes se han disparados en los últimos diez años en Cuba. “Si lo comparamos con 2014, los hechos de sangre se han multiplicado por cinco. Algunos de esos asesinatos son aterradores. Igualmente han crecido los sacrificios de ganado, los robos con fuerza, asaltos, agresiones sexuales a menores de edad y el carterismo. La inseguridad ciudadana se palpa en las calles. Y por falta de recursos y capacitación profesional, el por ciento de casos sin resolver aumenta drásticamente. Los malhechores siguen vendiendo drogas y delinquiendo”, revela a Diario Las Américas un ex instructor del DTI (Departamento Técnico de Investigaciones).
La violencia policial crece. En los últimos cuatro años, agentes del orden han provocado varias víctimas mortales. En julio de 2021 un oficial de la unidad del Capri, municipio Arroyo Naranjo, al sur de La Habana, ultimó con un balazo por la espalda a Diubis Laurencio, de 36 años, durante las protestas el lunes 12 doce de julio en a barriada marginal y mayoritariamente negra de La Güinera.
Un año después, fue baleado el adolescente de 17 años Zinedine Zidan Batista en la ciudad de Santa Clara, provincia Las Villas. Y en 2020 fueron asesinados Hansel Ernesto Hernández, residente en el municipio Guanabacoa, al sureste de la capital, y Yamisel Díaz en San Cristóbal, provincia Artemisa.
Es notoria la brutalidad policial contra las personas que protestan de forma pacífica. Recientemente, en una redada de fuerzas del orden a una comunidad aledaña a la Universidad Tecnológica, antigua CUJAE, en el municipio Marianao, agentes de la policía dispararon al aire y golpearon a una mujer y otras personas indefensas.
A toda esa violencia se une el colapso de los servicios básico. A partir de enero de 2024, excepto La Habana, el resto de las provincias han sufrido apagones de ocho a veinte horas diarias. En Santiago de Cuba el abasto de agua potable supera los cuarenta y cinco días.
“No funciona nada. Los hospitales son un antro de suciedad, con el equipamiento roto y sin medicamentos. La situación de las escuelas es preocupante, por el mal estado en que se encuentran. Muchos profesores no tienen vocación para ejercer el magisterio. La lista es larga e incluye la falta de transporte y que no recogen de basura. Lo del sistema electroenergético es la tapa al pomo. Un país no se puede desarrollar sin electricidad”, opina un vecino del barrio José Martí en Santiago de Cuba.
Sandra, jubilada, afima que vivir en Cuba es una locura. “Surrealismo puro. Hace unos años la gente iba a quejarse a la sede del partido municipal y te atendían con cierto respeto. Ahora se burlan del pueblo. Te caen a mentiras y te prometen cosas que nunca cumplen. Hay que tirarse pa’la calle. Es el único camino que tenemos”.
Herminia, ama de casa, confiesa que los apagones de quince y veinte horas la tienen mal de los nervios. «Se me está cayendo el pelo. No da tiempo de cocinar, de limpiar, lavar, planchar. Nos ponen la luz tres o cuatro horas. Como no tengo gas licuado, estoy cocinando con leña o carbón. Los cubanos vivimos en la indigencia”.
Victor, profesor, señala que “ni siquiera en diciembre, mes donde predomina la vibra navideña, buen ambiente familiar, los amigos se hacen regalos y las personas trazan planes de futuro, el gobierno puede garantizar que haya luz, gas, agua, comida”.
Maday, estudiante universitaria, quisiera sentir el espíritu navideño que “ve por You Tube en Paris, Madrid, Nueva York, con las calles limpias y alumbradas, tiendas que hacen rebajas, Santa Claus repartiendo regalos y la gente reuniéndose para comer y compartir. En Cuba no tenemos Día de Acción de Gracias. Nunca he comido pavo y aa lo mejor esta Nochebuena ni carne de puerco podamos comer en mi casa».
Reinier, taxista, considera que “este gobierno no hace nada para que el pueblo sea feliz. No hay ambiente navideño en la calle, solo en algunos hoteles y negocios privados que ponen arbolitos de navidad. Se palpa una tristeza que duele. Todo es penuria, sacrificio, escasez. Se pasa trabajo hasta para comprar una libra de arroz o una bolsa de pan. Vivir en Cuba es una odisea”.
Luego de veinte horas sin electricidad, Gilberto y su esposa, de la nevera sacaron un trozo de lomo de cerdo que habían comprado para Nochebuena y fin de año, y lo asaron en el horno. “Antes de que se eche a perder, mejor nos lo comemos, ya veremos qué conseguimos para esos días».