LA HABANA.- Los apagones se han convertido en una parte ineludible de la vida diaria en Cuba, afectando tanto a la capital como a las provincias del interior. Sin embargo, la frecuencia y el impacto de estos cortes varían considerablemente entre ambas zonas, generando una experiencia desigual para los habitantes de la isla.
Según reseña Diario de Cuba, Zenia, una ama de casa de 46 años, relata su experiencia en el Distrito José Martí durante un apagón nocturno el 12 de julio: «El barrio entero estaba sentado fuera. No hay quién soporte estar metido en ese cajón oscuro, por lo menos fuera corre una brisa de vez en cuando y tienes la luz de la luna, aunque ese día todo el mundo estaba cargando agua. Llevan más de 15 días sin ponerla, así que ese fue el entretenimiento del apagón».
En el verano cubano, las temperaturas pueden superar los 38 grados, agravando la situación. A pesar de los esfuerzos gubernamentales para mantener las termoeléctricas operativas durante el periodo vacacional, el gobernante designado, Miguel Díaz-Canel, anticipó en su podcast «Desde la Presidencia» que los apagones continuarían. «De lo que sí todo el mundo puede tener la certeza es que aquí no hay apagones provocados para molestar a nadie», afirmó en la emisión del 23 de mayo.
Alfredo López Valdés, director de la Unión Eléctrica de Cuba (UNE), explicó en el mismo podcast que «tenemos un límite de energía a generar, ya no tenemos más. ¿Cómo podemos resolver si la demanda es mayor? Ahorrando». También admitió que la solución real implica una inversión significativa en nuevas termoeléctricas, destacando que «el sistema eléctrico lleva unos 300 millones de dólares anuales y no hemos dispuesto de esa cantidad en los últimos años».
La situación es particularmente grave en las provincias del interior, donde los apagones son más frecuentes y prolongados. En el poblado de Velasco, provincia de Holguín, los residentes reportan apagones diarios de seis horas, dos veces al día. Una fuente anónima comentó que «los alumbrones» son aprovechados para realizar tareas esenciales como gestiones bancarias y el uso de electrodomésticos. «Estar en apagón es la normalidad aquí», concluyó.
Los apagones nocturnos son especialmente duros para la población. Yanis, de 24 años y residente de Santiago de Cuba, explica cómo afectan a las familias: «Uno no duerme hasta que llega la corriente. Los niños se duermen y los dejamos sobre las piernas, echándoles aire con un cartón, o los ponemos en una colchoneta en el piso del balcón. No puedes acostarlos en la cuna o la cama con mosquitero; se ahogarían del calor y no puedes tampoco dejarlos sin mosquitero, ahora anda el oropouche».
Los ancianos también sufren considerablemente debido a la crisis. Zoila y Josefina, hermanas de 77 y 81 años respectivamente, narran su odisea para cobrar la pensión. «Cogemos turnos de madrugada y, de las cuatro veces que hemos ido, han quitado la corriente en dos. La quitan a las siete de la mañana tres horas. Nos quedamos hasta que llega la corriente. Cuando llega, hay que esperar la conexión y después, que traigan efectivo. Venimos saliendo como a las dos de la tarde, desmayadas del hambre, pero cobramos. Nos quitaron la chequera, nos dieron tarjetas y tenemos que cobrar por la caja», relata Zoila.
La situación del Sistema Eléctrico Nacional (SEN) se ha deteriorado desde el 18 de julio, con apagones masivos desde Matanzas hasta Guantánamo debido a averías, déficit de combustible y capacidad de generación insuficiente. Dafne, de 51 años, comenta sobre el impacto en su vida diaria en Santiago de Cuba: «Ayer lo de la corriente aquí en Santiago fue terrible. La quitaron a las nueve de la mañana hasta la una de la tarde y la quitaron a las 9:45 de la noche hasta las 12 de la noche, y desde las dos hasta las siete de la mañana».
Mientras tanto, los ciudadanos cubanos intentan adaptarse a esta nueva normalidad, enfrentando la precarización de sus vidas bajo un calor sofocante y con pocas esperanzas de un cambio inminente.
FUENTE: Con información de Diario de Cuba