Recientemente hubo un remozo de lo que Nicolás Maduro llama gabinete y que no es más que las piezas que tiene dispuestas para supuestamente atender las necesidades por áreas de su “gobierno”. En realidad ninguna sustitución fue ni es importante. Sólo busca dar esa idea de primer refrescamiento en su tren, de cara a las elecciones nacionales.
Por ejemplo, cambió al ministro del trabajo. Seguramente se dejó llevar por las encuestas que señalan el tema entre los tres más importantes para la ciudadanía al día de hoy. O se impresionó con la continuación del Foro de Diálogo Social instalado de nuevo este mes por parte de la Organización Internacional del Trabajo, donde se busca, entre otras problemáticas atendidas, establecer un mecanismo para el ajuste del salario mínimo.
Pero de ningún manera, como bien puede apreciarse, colocar otro rostro, otro nombre, al frente del Ministerio del Trabajo significa algún cambio en la política dirigida a la destrucción de la dignidad laboral, del trabajador y del trabajo. Esa política sigue intacta. Ajustará los sueldos cuando le convenga para las elecciones, como ya advertí el año pasado, y del modo que convenga al modo de este régimen entender la dinámica económica inflacionaria para someter a la población.
¿Porque no se llevaron a la muy eficiente ministra de educación universitaria? Sencillo: porque da lo mismo. Y no causa el mismo impacto necesario en la ruta de la esperanza del cambio indispensable en el imaginario colectivo que ocasiona la sustitución ahora del ministro del trabajo. Porque sí, hay protestas de varios sectores laborales y dirigentes presos, y la OIT, pero nada de eso es tan relevante como hacer creer a la gente que pueden venir mejoras sustanciales e importantes en materia laboral. Esto le da más tiempo, el tiempo adecuado para ajustar los bonos de modo conveniente para la elección.
Así que los universitarios seguiremos padeciendo la destrucción generada en la educación y particularmente en nuestras instituciones. La huida en estampida de colegas y demás trabajadores que buscan sobrevivir, el desplome físico de las universidades, la imposibilidad de elecciones rectorales en la Universidad de Carabobo, en la USB y en todas las demás. Bienvenida, por cierto, la elección en la ULA en abril próximo; las carencias presupuestarias, la flagrante violación permanente de la autonomía universitaria, el robo de los aportes de los afiliados a las cajas de ahorro, sindicatos, institutos de previsión y gremios que impiden su funcionamiento, y, en fin, se mantiene sin importar la elección, la política universitaria destructiva del régimen.
Para eso no hace falta cambiar de ministros.