MONTEVIDEO– Yamandú Orsi asumió la presidencia de Uruguay este sábado, marcando el regreso del Frente Amplio al poder tras cinco años de gobierno del conservador Lacalle Pou.
Orsi, un protegido del expresidente José «Pepe» Mujica, se convierte en el tercer mandatario de izquierda en la historia reciente del país, consolidando el dominio de una corriente política que gobernó entre 2005 y 2020.
Mujica, de 89 años y con un estado de salud deteriorado, respaldó abiertamente a Orsi, apostando a su imagen de político afable y dialoguista para mantener la influencia de la izquierda en el país. A pesar de la promesa de «renovación», su llegada a la Torre Ejecutiva representa la continuidad de un modelo político que, durante tres lustros, dejó altos niveles de gasto público, incremento del Estado y reformas que consolidaron el poder del Frente Amplio.
Orsi, profesor de historia y descendiente de inmigrantes europeos, ha sido presentado como un líder con sensibilidad social, pero su gestión en Canelones dejó cuestionamientos sobre el manejo de recursos y el crecimiento de la burocracia.
Un candidato impulsado por el aparato del Frente Amplio
La candidatura de Orsi se impuso en las primarias del Frente Amplio con más del 60% de los votos, superando a Carolina Cosse, representante del ala más radical del partido. Sin embargo, su imagen sufrió un revés cuando fue señalado en una denuncia de agresión por parte de una trabajadora, un caso que luego fue desestimado pero que dejó dudas sobre los métodos políticos empleados en su entorno.
Orsi ha sido moldeado por el Movimiento de Participación Popular (MPP), la corriente política fundada por Mujica y con una fuerte base sindical y social. Su cercanía con figuras como Lucía Topolansky y Marcos Carámbula refuerza la percepción de que su mandato no significará un cambio sustancial respecto a las administraciones de izquierda previas.
A pesar de sus promesas de gobernar con equilibrio y diálogo, la realidad que enfrenta Uruguay es desafiante: la situación económica, la inseguridad y el impacto de las políticas populistas implementadas por sus antecesores serán pruebas clave para su administración.
El nuevo presidente, que decidió no ocupar la residencia oficial y permanecer en su vivienda en Salinas, deberá demostrar si realmente encarna un liderazgo renovador o si su gobierno será una repetición de los años en los que la izquierda consolidó su hegemonía en el país.
FUENTE: Redacción DLA/Con información de AFP