Son los grandes manipuladores. Llaman a votar con sonrisas que casi les revientan los labios. Se visten con ropas diseñadas para la ocasión, y en este caso del referendo sobre el territorio Esequibo, llevaban estampado un colorido mapa de Venezuela. Se inventan una música pegajosa. Se inventan discursos patriotas y llamados de unidad, consenso y conciliación.
Se inventan una campaña vistosa, y todos son hermanos, y todos aparecen unidos, y venden como única causa, la soberanía de Venezuela. Se inventan una gran fiesta, en la que no faltan bailes, abrazos, aplausos y cotillones para los más necesitados. Sacan fuerzas de donde no las tienen para movilizar una maquinaria agotada y desencantada y con lo poco les basta para vender la versión de una masiva participación ciudadana que se acerca a los 10 millones de votos. Se bañan. Se visten. Se peinan. Se acicalan los bigotes. Se cubren de simpatía.
Estrechan manos. Abrazan. Son otros, siendo los mismos. Son expertos en la manipulación del voto, y del acto de votar, y la fuerza militar se presta a la comparsa, que es la misma de todos los días, ya que la Fuerza Armada es el sostén de ese poder, de ese gobierno: la dictadura chavista-madurista. No les tiembla el pulso en la amenaza. Son doctores en sembrar el miedo, sembrar el terror, y señalan desde el podio de la impunidad que es el pueblo consciente y patriota, sin amenazas, el que se vuelca a votar. Se gastan lo que no tienen.
Todo el aparato del Estado metido de lleno en la operación. El control mediático es propio de un sistema totalitario. Propaganda. Publicidad. Merchandising. Promoción de conciertos. El bombardeo por redes sociales es apabullante. Y quien se oponga y diga algo fuera de tono, es acusado de traidor a la patria, o del delito de incitar al odio.
De verdad, son los grandes manipuladores. Saben cómo montar una farsa electoral. Llevan más de dos décadas repitiendo el esquema, y anunciando resultados a conveniencia. Pero siguen diciendo que Venezuela posee el mejor sistema electoral del mundo. Lo dicen sin que les importe inhabilitar candidatos a discreción. Maduro ganó el referendo. Y claro, no se midió con nadie.