En 2022, cuando la propia policía política del régimen les dijo a ella y a su pareja que les estaban construyendo una causa para encarcelarlas, se vio obligada a salir de la isla. Pero el desafío de ser inmigrante en España no la aleja de sus labores.
Medios como Cubaliteraria, Havana Times, Diario de Cuba, El Tiempo en Colombia, Hypermedia Magazine, Programa Cuba, Connectas y Cubanet han contado con sus artículos. Ha publicado los libros Apocalipsis La Habana (americans are coming), Elizabeth aún juega a las muñecas y Orquesta Hermanos Castro: la escuelita, sobre la historia musical olvidada.
Fue reconocida por la Fundación Internacional para las Mujeres en los Medios (IWMF) como Women Journo Heroes. Entre sus tantas labores, mantiene una columna en la revista feminista Alas Tensas y coordina el Museo Virtual de la Memoria contra la Violencia basada en Género (Museo V).
DIARIO LAS AMÉRICAS le hizo siete preguntas.
¿En qué momento te diste cuenta de que la ‘revolución’ era una dictadura? ¿Cómo comenzó a fraguar esa certeza?
En la secundaria, después de una maniobra militar de esas que acostumbraban a hacer con bazukas en los techos de las casas, recuerdo haberle dicho a mi madre, “no me digas más que los americanos van a venir, un día nos vamos a levantar y el país va a estar vendido”. Ella me mandó a hablar bajito.
Al principio intenté cambiar desde adentro pero con esa actitud mía sólo conseguía ser “la no confiable”, “la conflictiva”. En la carrera estuve a punto de ser expulsada varias veces porque la universidad es para los revolucionarios y yo era muy “criteriosa”. No iba a ninguna marcha, a ninguna tribuna abierta. El pullover de Elián era mi bata de casa.
Después trabajando como editora me di cuenta de que nunca iba a dejar de ser la apestada porque lo cuestionaba todo. Dejé de pagar del sindicato y las MTT. Cuestioné a ciertos sujetos que no sabían nada de libros pero que estaban en las reuniones de la editorial como censores.
Ya en ese entonces colaboraba con Cubanet y con Havana Times. Mi plan era irme del país, como casi toda mi generación. Un día me mandaron de la presidencia del Instituto Cubano del Libro un mensaje diciéndome que estaba hablando de más y ese fue un punto de ruptura importante. De golpe decidí que ya no me quería ir del país, que los que se tenían que ir eran ellos. Pedí la baja. Me reconecté con una parte importante de mis amigos que ya estaban empezando a dar guerra y a la semana estaba trabajando para Diario de Cuba. Ya de eso hace 11 años más o menos.
¿Cuándo te exilias en España?
Me gusta decir que no me exilié, me botaron del país porque si no aún estuviera en mi casa en El Cerro, pero los últimos dos años (2020-2022) fueron un infierno represivo, no sólo por el acoso y las detenciones arbitrarias que sufrimos mi pareja, la activista Kirenia Yalit Núñez Pérez y yo, sino porque uno termina sufriendo lo del otro también. Fueron dos años con los amigos presos, acosados, exiliados; de presos políticos y sus familiares con los que conectamos y acompañamos todo lo que pudimos.
En esos dos años se intensificó todo, la miseria material y humana, y las denuncias, lo mismo en los tribunales cubanos aunque fuera en apariencia inútil, que ante organismos internacionales en las redes sociales o a través de mi periodismo.
Y eso nos pasó la cuenta. Comenzamos a enfermarnos con demasiada frecuencia. Ya sabíamos de cerca lo que era ir a un hospital cubano con la seguridad del estado pisándonos los talones. Teníamos la experiencia de otras activistas. La seguridad nos hizo saber en un interrogatorio a inicios del 2022 que nos estaban construyendo una causa para encarcelarnos. Del grupo, según ellos, éramos las únicas que seguíamos en la calle o en Cuba.
El 27 de agosto logramos salir para Argentina con el apoyo de organizaciones internacionales. Allí nos hicimos todas las revisiones médicas y ocho meses después logramos llegar aquí, a España, donde no tenemos estatus de refugiadas, pero no podemos regresar a la isla porque en el interrogatorio del aeropuerto en La Habana nos lo hicieron saber. Hasta el último minuto estuvieron tratando de encontrar un pretexto para encarcelarnos aunque sabemos que ellos no necesitan mucho para decidir quién va a la cárcel y quién no.
¿Cuáles son las bases que debería tener una nueva Cuba? ¿Qué Cuba nos merecemos los cubanos y qué hace falta para recobrar lo perdido?
La base de una nueva Cuba tiene que ser la democracia y la justicia. El primer paso para mí es la libertad de los presos políticos y eso es lo único para mí que no es negociable.
A Cuba hay que reconstruirla de cero. Tenemos que garantizarnos un Estado de derechos donde lo que rijan sean las leyes y gente dispuesta a hacerlas valer. Dividir los poderes. Eliminar ipso facto la hegemonía del partido comunista y la hegemonía militar de las empresas, de la vida pública. Desmilitarizar el país y eso implica también modificar el lenguaje, dejar atrás palabras como “desertor” o “desertores” que tanto dicen de cómo nos han estado viendo toda nuestra vida, y dejar de mirarlo todo desde el secretismo y la intriga militaroide. Abolir la pena de muerte, es otro tema peliagudo, pero imprescindible para esa Cuba que nos debemos.
Descentralizar el poder y la economía. Permitir que la sociedad civil se reúna según sus intereses y que impulse políticas públicas. Tener acceso a la información que para el resto del mundo es pública, menos para los regímenes como el nuestro.
Pero también hay que crear vías para que la gente pueda crecer económicamente, tener su propio negocio y no hacerle nunca más la guerra ni a los derechos humanos ni a la propiedad privada, ni al exilio ni al arte ni a la vida misma.
Los cubanos nos merecemos una Cuba del siglo XXI donde convivamos incluso con lo que no nos guste, con distintas ideologías, donde aprendamos a respetar y hacer política. Cuando miro hacia fuera de Cuba lo que más me gusta es cómo hay espacio para todo, la gente no ha perdido la capacidad de pelear por lo que quiere. Y eso es una cuestión de derechos, no de preferencias personales.
Si logramos crear un país próspero habrá muy poco espacio para la desidia y la miseria, y por fuerza iremos sanando. Tenemos que lograr que Cuba deje de ser sinónimo de tristeza.
¿Crees que los jóvenes serán la carta de cambio para una Cuba democrática? ¿Falta cohesión, propósito, mejores ideas?
Los jóvenes son parte del cambio y para el cambio solo falta que logremos que esa gente salga del poder y que haya posibilidad real de elecciones libres. Parece fácil, pero ya sabemos que no lo es.
Aunque a veces me atormente porque sobre la democracia no tenemos ninguna experiencia, a mí me parece que todo el que está en la oposición tiene ideas que pueden contribuir a una Cuba democrática. No creo que haya ideas buenas o malas, mejores ni peores.
Lo de la cohesión lo logramos cada vez que queremos, por ejemplo el 11 de julio trabajamos en una misma dirección muchas personas que en otras circunstancias ni lo hubiésemos soñado. A mí no me gusta hablar de unidad, ni de unanimidad porque de eso ya hemos tenido demasiado. Me pone enferma de solo pensar que un cambio en Cuba vaya en la misma dirección.
A veces una quiere que el cambio sea mañana, y ojalá lo fuera, pero, aunque leamos en los libros de historia tal o más cual país logró la democracia tal día, la realidad es que nada ocurrió de la noche a la mañana. Todas las democracias han sido el resultado de un proceso, casi siempre doloroso. Y nuestro proceso no puede ser diferente porque estamos abogando por un cambio profundo, no un traspaso de poderes.
Participas en distintos proyectos que buscan una Cuba democrática. Es de admirar el tiempo y la pasión que dedicas.
No te creas, a veces tengo ganas de rendirme, como todo el mundo, supongo, pero siempre encuentro alguna razón para seguir y el Museo Virtual de la Memoria contra la violencia basada en Género (Museo V) y la columna en Alas Tensas son dos buenas razones que me ayudan a canalizar tantas historias de vidas de gente que sigue sobreviviendo a la dictadura cubana sin perder un ápice de ternura ni de creatividad, y que si no tuviera un espacio donde compartirlas, terminaría enferma.
También estoy de especialista en comunicación en la Mesa de Diálogo de la Juventud Cubana (MDJC) lo que me ha permitido trabajar en la campaña #Exprésate que incentiva a artistas urbanos a hacer acompañamiento a los familiares de presos políticos a través de su arte. Parece algo light pero es una actividad casi titánica porque los familiares de los presos políticos cada día están más solos, el miedo en la sociedad cubana casi se puede tocar con la mano y los artistas a veces sienten que cuando hablan de política pierden mucho más de lo que ganan.
Y hay más. También estamos trabajando en coalición varias organizaciones de la sociedad civil cubana como el Museo de la Disidencia, el Museo V, la MDJC, Justicia11J y Cubalex, con los que siempre se aprende y se trabaja un montón. No es una cuestión de pasión y ya ni siquiera de empatía. Es que nunca estoy sola, nunca trabajo sola y eso me hace poderosa. En cada espacio al que me ligo aporto lo que sé y el resto pone su parte. Esa es otra manera de sanarnos, pasar por encima de las desconfianzas que nos sembró el castrismo, e ir contra la dictadura.
A 5 Libertades (5L) me unen las ganas enormes de ver Cuba libre y democrática. Hacía mucho que no ponía mi firma en una iniciativa y con 5L encontré la oportunidad de conectarme con otras generaciones de opositores con los que comparto muchos puntos, como habrás visto mi idea de Cuba futura coincide en esencia con las libertades que se proponen en el Manifiesto, pero a la vez es una oportunidad para que hablemos entre nosotros sobre lo que no nos puede faltar en esas propuestas para una Cuba libre y democrática.
Puede parecer un cliché, pero asumir nuestras diferencias nos fortalece, empezar a hablar de Cuba en futuro sin desconocer el presente de represión nos hace ganar en fuerzas para seguir adelante.
Eso es sin contar que a mí me llena de orgullo compartir espacios con gente a la que el régimen aborrece porque eso me recuerda que ando por buen camino. Y en 5L hay reunida gente del exilio histórico a los que les debemos mucho y le hemos agradecido muy poco.
Ahora mismo, Luis Manuel Otero Alcántara y más de mil prisioneros políticos están tras las rejas por disentir y exigir libertades. ¿Qué nos enseñan todos estos presos que han arriesgado tanto por Cuba?
Cada vez que quiero rendirme, por cosas del universo, me llega algún mensaje de alguna madre o de algún padre de preso político que me llena de fuerzas. El trabajo con la MDJC me ha permitido seguir en contacto con ellos, en conocer a otros que no tuve la oportunidad cuando fundamos Justicia11J.
Mi amigo Luisma pudo haberse quedado en la casa porque acababa de salir de una huelga de hambre y sed y de un secuestro en el [hospital] Calixto García, y salió el 11 de julio porque tiene un sentido de la responsabilidad con la libertad de Cuba, del arte y una resistencia, envidiables. Ya sé que eso no parece ser un motivo de envidia, pero no por gusto hay tanta gente que está enfocada solo en criticarlo aún él estando en prisión.
Por otro que siento mucha admiración es por Maykel Osorbo. Si hay alguien que encarna el sentido de lo que es ser resiliente es él. Lo he visto crecer delante de mis ojos. El rapero que conocí en el 2015 se me ha convertido en un héroe porque ha sabido canalizar toda la furia que le pudo haber generado una infancia infeliz, de abandonos y pobreza contra la dictadura. Y eso lo logra muy poca gente, si no ya estuviéramos hablando de otra Cuba.
Y con el resto de los presos y presas políticas que no sé si un día llegue a conocer, y que no sé si ellos sepan que existo, me pasa algo que nunca antes había experimentado, y es que los admiro sin conocerlos, es que siento que debí conocerlos antes y quizás mi vida hubiese sido más rica de lo que es ahora.
Ellos contribuyen sin saberlo a que no pierda la fe ni en la humanidad ni en la libertad de Cuba.