Al volver a la casa esa madrugada después de la muerte de Tammy y como no habían quedado satisfechos sexualmente, Karla se vistió con ropa de la difunta y mantuvieron relaciones escenificando la pérdida de la virginidad de la adolescente muerta
Karla Homolka y Paul Bernardo se conocieron en el restaurante de un hotel en Scarborough, Canadá, en 1987. Ella tenía 17 años, él 23. Se enamoraron rápido. Compartían una misma avidez sexual. Él escondía en sus rasgos perfectos y en su apariencia libre de prejuicios la oscuridad de un violento criminal. La caída del autor de más de treinta violaciones y tres asesinatos, y la complicidad de su pareja
Una navidad como esta, hace 33 años, ocurría uno de los casos policiales más conmocionantes de Canadá. Y, por qué no, del mundo.
Por Infobae
1990. Es la previa a Nochebuena en Ontario. Casa de la familia Homolka. Los padres duermen en el piso superior. Dos de sus hijas y el novio de la mayor de ellas miran una película en el piso inferior.
Está por suceder un crimen perverso del que nadie, en principio, se percatará.
Empecemos por el principio.
Apariencias mentirosas
La primera violación concreta fue en la puerta de su propia casa el 4 de mayo de 1987. Esa noche violó a una joven de 21 años durante media hora. A partir de allí, someter se convirtió en su única obsesión.
Ese mismo año empezó a salir con Karla Homolka. Él acababa de recibirse de contador y ya había cometido más de veinte agresiones de índole sexual.
La relación con Karla no impidió que él continuara haciendo lo que le daba la gana. El 24 de diciembre de 1989 Paul le propuso matrimonio: le regaló un costoso anillo y se comprometieron. Ella orgullosa le mostró a todo el mundo el regalo de su adorado novio. Para Karla la propuesta de casamiento había sido “lo más romántico de mi vida”. Tendrían un año y medio para planear la boda.
Mientras, él siguió con sus asaltos a jóvenes de entre 15 y 21 años. Las seducía, las arrastraba hacia algún sitio oscuro y las atacaba. Se sentía todopoderoso.
La policía estaba preocupada por las denuncias que comenzaron a llover y trazó un perfil del agresor al que llamaban “El violador de Scarborough”. Era, por la información recolectada, un sujeto joven, de buen aspecto, que estaba camuflado en la sociedad.
Hicieron un identikit e interrogaron a decenas de sospechosos. Incluso el mismísimo Paul fue entrevistado dos veces. Una porque la novia de uno de sus amigos lo había denunciado revelando que el joven solía alardear frente a ellos de practicar el sexo duro con muchas mujeres y ella creía que podía arrastrar algunas agresiones sexuales. Pero él, en la entrevista, se mostró sereno, controlado y convincente. La policía vio a un tipo normal, que había estudiado y tenía novia. Ese no era el violador que buscaban.
Errores que ocurren cuando los prejuicios están instalados.
El 29 de junio de 1991, Karla y Paul se casaron en la bella ciudad Niagara on the Lake, en una fiesta fastuosa regada por champagne a la que llegaron en un elegante carruaje blanco tirado por caballos. Al día siguiente, pasaron la luna de miel en Hawái
El “regalo” de Navidad
Al verano siguiente, en julio de 1990, Paul se obsesionó con la hermana menor de Karla: Tammy Homolka (15).
La comenzó a espiar por la ventana de su cuarto e incluso se atrevió, en varias oportunidades, a entrar mientras ella dormía. Se masturbaba a oscuras mirándola. Karla tenía sentimientos encontrados respecto de su novio ya que sabía perfectamente lo que él hacía. Se sentía “humillada” porque él quisiera salir con otras mujeres y violarlas. Pero cuando lo enfrentó, él demostró no tener ninguna intención de dejar de hacerlo y la desafió: si realmente lo amaba, tenía que ayudarlo a que pudiera violar a su hermana Tammy.
Una noche de esas, Karla colocó diazepam (un relajante muscular y tranquilizante) en el plato de fideos de Tammy y Paul le dio varias cervezas. Tammy se durmió, pero no con la suficiente profundidad. Cada vez que él intentaba avanzar y comenzaba con sus manoseos, la joven se despertaba.
Karla no quería que él se aburriera sexualmente de ella, así que no solo aprobó que Paul volviera a avanzar sobre Tammy sino que lo siguió ayudando. Rompió las trabas de la ventana de la habitación de su hermana para que Paul pudiese concretar todas sus fantasías.
Paul y Karla planeaban al mismo tiempo dos cosas: su boda para el año siguiente y la violación de Tammy.
En diciembre de 1990, Karla robó una potente droga anestésica llamada halotano (un vapor para inhalación que se utiliza para la anestesia general) de la veterinaria Martindale donde trabajaba. Como ella cuando lo conoció ya no era virgen, ahora le entregaría como un presente la virginidad de su hermana. Que pudiera concretar la ansiada violación sería su regalo navideño para su amado Paul.
El 23 de diciembre de 1990 pusieron en marcha el siniestro plan. Mientras los padres de Karla dormían en el piso de arriba ellos bajaron y se dispusieron a ver una película. Eran alrededor de las once de la noche. Karla había disuelto las pastillas anestésicas en un preparado con ron y huevo que convidó a la adolescente. Llegaron a ver solo quince minutos del filme porque Tammy cayó inconsciente. La pareja entró en acción: la desnudaron y Karla, por las dudas, le aplicó un paño empapado en más halotano cubriendo su nariz y su boca. No quería correr el riesgo de que su hermana menor se despertara y armara un escándalo.
El vínculo con Paul Bernardo se consolidó cuando él descubrió que Karla, a diferencia de las otras chicas que se horrorizaban con sus perversiones, compartía sus fantasías
Violadores convertidos en asesinos
Karla y Paul se filmaron violando a la inconsciente Tammy en una grabación que duró unos nueve minutos. Pero de pronto, la joven sin recobrar la consciencia, comenzó a vomitar y se ahogó. Intentaron reanimarla y no lo lograron. Escondieron la evidencia, vistieron a Tammy, la llevaron a una habitación y, recién una hora después, a la 1:18 de la madrugada llamaron al 911.
Siete minutos después, frente a los paramédicos Derek Hicks y Scott Bird, y a los padres de la familia, relataron otra historia: Tammy se había emborrachado hasta perder la consciencia.
La adolescente, que cumpliría 16 años en una semana, no tenía signos vitales y sus pupilas estaban fijas y dilatadas. Le aplicaron un shock eléctrico para ver si su corazón volvía a arrancar a las 1:29 y repitieron la maniobra dos veces más a la 1:31 y a la 1:33.
No hubo caso. Tammy fue trasladada al Hospital General St Catharines donde fue declarada muerta.
A pesar del comportamiento de la pareja, que en medio de la noche pasaba la aspiradora, y de la insólita y gran quemadura roja en la cara de Tammy, en el cachete izquierdo, la policía y los padres creyeron la versión de la pareja: Tammy se había ahogado con su propio vómito luego de haber consumido cantidades excesivas de alcohol.
Nadie podía tener una mente tan retorcida para pensar que su hermana mayor con su novio la habían drogado para abusar de ella.
Al volver a la casa esa madrugada, como no habían quedado satisfechos sexualmente, Karla se vistió con ropa de Tammy y mantuvieron relaciones escenificando la pérdida de la virginidad de la adolescente muerta. Lo filmaron todo. Habían pasado pocas horas desde que habían asesinado a Tammy y no parecían tener el más mínimo remordimiento.
Unos días más tarde, en febrero de 1991, Karla y Paul decidieron mudarse para dejar a sus padres a solas con su duelo.
Lo de Tammy nunca pudo ser una sobredosis accidental. Karla, como técnica veterinaria, sabía muy bien cómo debía usarse esa droga anestésica y su mortal potencial. Simplemente no le importó el riesgo.
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