Tanto el Gobierno brasileño como el colombiano han mostrado una política ambigua con respecto a Venezuela, luego de que el diplomático Edmundo González Urrutia, abanderado de la oposición democrática venezolana, resultara electo para el período presidencial 2025-2031, con más de siete millones de votos, de acuerdo con las actas de votación, que fueron presentadas ante la Organización de Estados Americanos (OEA) y el Senado de Colombia.
El politólogo Carlos Sánchez Berzaín, director del Interamerican Institute for Democracy, con sede en Miami, explica que en América Latina se ha producido una “confrontación” entre la democracia y las dictaduras del siglo XXI, representadas por Cuba, Nicaragua y Venezuela, que en su “expansión” controlan gobiernos electos democráticamente, como los de Brasil, con Lula; de Colombia, con Petro; de Honduras, con Xiomara Castro; y de México, con Claudia Sheinbaum.
Asegura que estos gobiernos, a los que tilda de “paradictadoriales”, tienen la característica de respaldar “directa” o indirectamente, por medio de la abstención, a las dictaduras del siglo XXI en su política internacional, por ejemplo, en las votaciones ante instancias como la OEA y la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Posiciones comedidas
De este grupo, solo Castro, envuelta en un escándalo por la vinculación de sus funcionarios y familiares con el narcotráfico, extendió sus felicitaciones directas a Maduro, la madrugada del 29 de julio, cuando el Consejo Nacional Electoral (CNE) al servicio del oficialismo, aún sin presentar resultados desglosados, como establecen las leyes y normas electorales venezolanas, daba como ganador al jerarca chavista.
Mientras que el oficialista Partido de Trabajadores de Brasil felicitó a Maduro, esperando que el CNE diera un “trato respetuoso a todos los recursos que reciba en los plazos y términos previstos en la Constitución” venezolana, el Gobierno de Lula fue más prudente, al exigir las actas electorales, que al final de la tarde del 29 de julio ya la oposición había digitalizado y publicado en una página web, donde fueron verificadas por organismos como el Centro Carter, el panel de expertos electorales de la OEA y la ONU.
Esa misma línea siguió el Gobierno de Petro que, deslindándose de algunos congresistas del Pacto Histórico que corrieron a felicitar a Maduro, pidió a Caracas un “escrutinio transparente”, con conteo de votos, actas y “veeduría de todas las fuerzas políticas de su país e internacional profesional”.
A Brasil y Colombia se le sumó México, con un Andrés Manuel López Obrador que, haciéndose de la vista gorda, culminó su mandato sin “intervenir” en los asuntos internos de Venezuela, una línea a la que se aferra la presidenta Sheinbaum, a poco más de un mes de su llegada al Palacio Nacional.
En paralelo, los tres intentaban, infructuosamente, promover un diálogo entre el régimen de Maduro y la oposición venezolana, hoy detenida arbitrariamente, exiliada, como el presidente electo, o en la clandestinidad, como la líder María Corina Machado. Esto, con el fin de alcanzar un acuerdo de cohabitación entre ambas partes, con “alternancia en el poder y la distribución equitativa de los cargos públicos”.
Tras el fracaso de la propuesta impulsada por Petro, los tres países mantienen su postura comedida de no reconocimiento ni condena a la dictadura, mientras que insisten en la publicación de las actas como una “maniobra dilatoria”, sostiene Sánchez Berzaín, para no sumarse a los países de mundo que reconocen a González Urrutia como presidente electo de Venezuela.
Una coartada
Para Sánchez Berzaín, los gobiernos de Brasil, Colombia y México utilizan la solicitud de las actas electorales como “una coartada”, luego de que aparecieran las actas que testigos y miembros de mesas enviaron al comando de campaña opositor y “más todavía cuando la Fundación Carter certificó el fraude electoral”.
“Empezaron a pedir actas como una manera de alivio, como una coartada para decir no podemos pronunciarnos sin prueba y evitar señalar a la dictadura de Venezuela como autora del fraude”, precisa.
En este escenario, agrega, estos gobiernos “paradictadoriales” mantienen una posición “cuasi neutral”. “Esta es una maniobra para demorar el reconocimiento del presidente electo de Venezuela y ver qué pasa hasta el 10 de enero (cuando le corresponde al opositor asumir la Presodencia). Faltan dos meses y en dos meses los brasileños y los colombianos, que son paradictatoriales, al servicio de Cuba y Venezuela, ponen en marcha este proceso”, sostiene.
Elecciones y BRICS, dos temas distintos
La tensión entre Brasil y Venezuela ha ido incrementando en los últimos tres meses, especialmente luego de que el Gobierno de Lula bloqueara el ingreso del régimen a los BRICS. Esta acción despertó la indignación de distintos voceros del chavismo, que arremetieron en contra del asesor de asuntos internacionales brasileño, Celso Amorim, a quien el presidente del Parlamento, pretende declarar persona “non grata”.
También, generó una curiosa publicación a través de las redes sociales de la policía venezolana, dirigida por el ministro de Interior, Diosdado Cabello, en la que se apreciaba una imagen con la silueta de un hombre similar a Lula y la bandera de Brasil de fondo, acompañada de la frase “el que se mete con Venezuela se seca”.
En opinión de Sánchez Berzaín, el tema electoral y el económico, que es el que compete a los BRICS, no están relacionados, pese a que Amorim justificaba el veto de Brasil en la falta de “confianza” en el régimen, tras las presidenciales.
“Si fuera dura (la posición de Brasil) reconocerían el fraude electoral. Las actas son públicas, la oposición venezolana ha publicado más del 80% de las actas. El tema de los BRICS es otro, Brasil tiene una confrontación con Maduro y no lo ha dejado entrar a los BRICS porque no le conviene meter un país en quiebra”, señala.
Aunque se le ha dado una “connotación electoral”, asegura que este bloqueo obedece a que el grupo que busca hacer contrapeso a Occidente no quiere en sus filas a países con crisis económicas.
“No han permitido ni a Nicaragua, ni a Bolivia entrar. Son países en crisis económica, con situaciones económicas terminales. ¿Para qué quieren en el BRICS a esos países? El BRICS es una organización económica y quiere es a países que tengan algún tipo de seriedad económica” apunta. Dándole oxígeno al régimen
Con Lula, fundador del Foro de Sao Paulo, junto a Fidel Castro y Hugo Chávez; y Petro, un exguerrillero “entrenado por Cuba”, el analista boliviano no vislumbra un cambio en la política exterior de Brasil y Colombia. “No esperen que la política exterior de Colombia y de Brasil, en manos de Petro y de Lula, haga algo que sea favorable a la recuperación de la democracia en Venezuela. Están ganando tiempo y están ganando tiempo dándole oxígeno al dictador porque el resultado es clarísimo”, indica.
En cuanto a la posibilidad de que este “oxígeno” que dan Brasil y Colombia a Maduro, le dé tiempo de falsificar unas actas electorales, sostiene que “sería otro delito más”. “¿Qué va a falsificar sobre las actas de verdad, que ya se conocen? Si falsifica, se hunde más. Por eso es que no muestra las actas, él ha falsificado los resultados sin tener actas y no va a tener nunca actas porque las actas de verdad ya son de dominio mundial”, enfatiza.
@ebritop22